02/11/07

Transformar la fuga de cerebros en una oportunidad

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Reciente oferta de Europa para atraer más trabajadores capacitados subraya la necesidad que tienen los países en desarrollo de una mayor —y no menor— inversión en su capital intelectual.

Si se escucha hablar a cualquier líder de un país en desarrollo sobre las dificultades de construir una economía basada en el conocimiento, son altas las posibilidades de que la fuga de cerebros encabece sus quejas. ¿Para qué invertir en la formación de grupos de científicos e ingenieros, argumentan, si inmediatamente se van en busca de trabajos mejor remunerados en el mundo desarrollado? 

Entonces no es sorprendente que el anuncio que hizo la Unión Europea la última semana sobre sus planes de introducir ‘cartas azules’ para atraer a inmigrantes altamente capacitados, particularmente de África, Asia y América Latina, haya levantado fuertes protestas en esas regiones (ver ‘EU ‘blue card’ to attract Southern researchers).

Muchos comentaristas dicen que esta medida sólo profundizará y alentará la fuga de cerebros, y es probable que socave directamente los compromisos a los que se llegó en la Cumbre del G8 en Gleneagles en julio de 2005, por ejemplo, para forjar comunidades profesionales fuertes en campos como la ciencia y la tecnología. Un comentarista describió el anuncio de la UE como un "enganche neocolonial para las materias primas de la economía de la información".

¿Fuga de cerebros o circulación?

La realidad es más compleja. A diferencia de los políticos, los economistas del desarrollo rara vez hablan de fuga de cerebros: su terminología preferida es ‘circulación de cerebros’ —el concepto de que los individuos que dejan el país aún pueden hacer una contribución valiosa a su desarrollo, tanto desde la distancia o eventualmente volviendo. 

Esto no es para negar que el gran problema existe. Las modestas instalaciones y perspectivas de trabajo significan que en demasiados países en desarrollo la mayor esperanza de un graduado en ciencia de construir una carrera en investigación es buscar un cargo en una universidad de América del Norte o Europa.

La evidencia anecdótica sostiene las estadísticas de la fuga de cerebros. No es inusual escuchar que los departamentos de ingeniería en computación de universidades indias, por ejemplo, informen que toda una clase de graduados planea aceptar trabajos en Estados Unidos cuando terminen sus estudios. O que un departamento de investigación africano se queje de que es imposible cubrir las vacantes científicas porque no quedan candidatos calificados en el país. 

La ciencia y la tecnología están lejos de ser el único campo profesional afectado. Quizás el peor impacto sucede en la profesión médica. Enfermeras y trabajadores de la salud entrenados en países como Malawi se están yendo al extranjero casi tan rápido como el país los produce.

Mejores retornos, no menos inversión

Sería catastrófico si esas experiencias llevaran a los países en desarrollo a concluir que invertir en el entrenamiento de profesionales capacitados en general —y científicos, ingenieros y técnicos en particular— sería una pérdida de dinero. El próximo paso es encontrar cómo aumentar los retornos de la inversión, en lugar de reducirla.

Hay una fuerte necesidad de alentar a aquellos que se unen a la fuga de cerebros para encontrar caminos que beneficien a sus países de origen. Por ejemplo, quienes antes formaron parte de la fuga de cerebros pueden devolver al país experiencia profesional obtenida en el extranjero.

Las compañías de alta tecnología en China e India no podrían haber crecido tan rápido sin el apoyo del retorno de los repatriados quienes trabajaron por un tiempo considerable en ambientes fértiles como el Silicon Valley. 

Incluso aquellos que se quedan en el extranjero pueden ayudar. Sus ingresos a menudo proveen el capital de inversión que necesitan las empresas de alta tecnología para despegar. Y muchos países en desarrollo están empezando a aprovechar las habilidades de sus diásporas intelectuales —por ejemplo, invitando a los científicos a que regresen como conferencistas invitados o que colaboren en proyectos de investigación conjunta.

Cambio real, no una dictadura

Pero se necesita hacer mucho más para aumentar los incentivos de tal manera que los científicos e ingenieros entrenados ejerzan su carrera en sus propios países, así como traer de regreso a aquellos que se fueron. 

Ninguna de las dos tareas puede lograrse efectivamente con una orden gubernamental. Cuanto más intente un gobierno imponer restricciones al movimiento internacional de sus científicos e ingenieros, es más probable generar una reacción violenta. Las restricciones —como las que los ex Estados comunistas de Europa encontraron a su coste— estimulan el resentimiento y el deseo de irse.

El cambio llegará sólo cuando los países en desarrollo le den a sus investigadores un ambiente donde puedan trabajar eficazmente y se sientan adecuadamente remunerados por su esfuerzo. Esto significa proveer de una infraestructura adecuada para la investigación de alta calidad, y salarios para los científicos que, al menos, les permita un estándar de vida decente.

Todo esto, sin embargo, requiere inversión. Si la Unión Europea está de acuerdo en que su necesidad de empleo no afecta su política de apoyo al extranjero —y un compromiso hecho en el anuncio de la última semana de un ‘reclutamiento ético’, particularmente en África, sugiere que es el caso— entonces, debe poner su dinero donde está su boca.

Esto significa dar más apoyo directo al desarrollo de capacidades en ciencia y tecnología  en África, y trabajar con gobernantes africanos para asegurar que ese apoyo sea efectivo. Sólo entonces la fuga de cerebros se transformará en una oportunidad, en lugar de en una amenaza.

David Dickson

Director, SciDev.Net