25/07/16

Instan a cambiar modo en que se conserva la naturaleza

Planta en cuenca de Amazonas
Flores y frutos de una planta encontrada en la cuenca del Amazonas, Ecuador. Crédito de la imagen: Sabine Deviche / Wikimedia

De un vistazo

  • Dar dinero a países en desarrollo para conservación de recursos naturales no siempre es lo mejor
  • En vez de ello, investigadores exhortan a trabajar con culturas ya existentes en cada país
  • Se requiere cambiar teoría y práctica de la conservación para que cumpla realmente sus objetivos

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[BUENOS AIRES] “El manejo de los recursos naturales se debe adaptar, y usar las características de las organizaciones sociales existentes antes que esperar o promover valores relacionados con el gasto de dinero.” Con esa frase, los investigadores Peter Rankin y Tim McClanahan sugieren cambiar el enfoque para cuidar la biodiversidad en países en desarrollo.

Los autores, investigadores de la Wildlife Conservation Society, llegan a esa conclusión tras analizar el modo en que los países invierten en la sustentabilidad de sus recursos naturales según sus ingresos, en un artículo publicado en la revista Conservation Biology.

“Así como a veces la inversión llega de los países desarrollados, también de allí llega la presión para devastar los ambientes a través, por ejemplo, de la expansión de la frontera agropecuaria”.

David Bilenca, Universidad de Buenos Aires

“Se da por sentado que el flujo de dinero hacia los países en desarrollo llevará a una mejor conservación de los recursos, en la creencia de que las culturas son idénticas o se desarrollarán en el mismo sentido rápidamente”, señala McClanahan a SciDev.Net.

Pero, apunta, lo cierto es que la cultura cambia más lentamente que la pérdida de los recursos naturales. “En consecuencia, un mejor modo de conservarlos es trabajar con las culturas que ya existen en cada país, aunque no incluyan organizaciones occidentales clásicas como el imperio de la ley, la autonomía del individuo, jerarquías sociales planas, incentivos económicos individuales y demás”.

El de Rankin y McClanahan es un llamado a cambiar teoría y práctica de la conservación para que se cumplan los objetivos. “Por ejemplo, estar seguros de la eficiencia del dinero que se da y que no quede en la organización de reuniones que no llegan al terreno para evaluar y monitorear el estado de la naturaleza”, agrega McClanahan.

A Claudio Campagna, biólogo marino también de la Wildlife Conservation Society –pero que no formó parte de la investigación–, le parece bien no insertar valores sociales que no se adaptan de manera natural a las sociedades que tienen mayor impacto en la biodiversidad.
 
Pero tiene un agregado: “Sucede que estos son acercamientos pragmáticos a un problema que es de fondo. Si una sociedad tiene valores relacionados con la medicina tradicional que lleva a matar tigres, no veo cómo se puedan integrar esos valores a la conservación de los tigres. Si la población humana se expande, quitando ambientes para los tigres, y además los mata para la medicina tradicional, los tigres no se van a salvar.”

Similar planteamiento hace David Bilenca, del departamento de biodiversidad y biología experimental de la Universidad de Buenos Aires e investigador del Conicet argentino: “Así como a veces la inversión llega de los países desarrollados, también de allí llega la presión para devastar los ambientes a través, por ejemplo, de la expansión de la frontera agropecuaria”.
 
“Entonces, las estrategias de conservación pasan por la educación en valores. No es que los países no entienden sino que están en un contexto diferente. Hay lugares sin margen de maniobra para desarrollar otro tipo de estrategias”, subraya.

Enlace al resumen del artículo en Conservation Biology