08/06/16

Derrames marinos de petróleo: más dañinos de lo que se cree

derrame golfo 3 by Deepwater Horizon Response
Crédito de la imagen: Deepwater Horizon Response

De un vistazo

  • Al no haber crudo en superficie de aguas del Golfo, se creyó que limpieza había sido exitosa
  • Pero los contaminantes se adhirieron al fitoplancton y llegaron al lecho marino
  • Quema del crudo durante la explosión habría ocasionado grandes flujos de carbón negro

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Contaminantes del petróleo derramado en el Golfo de México el 20 de abril de 2010, debido al colapso de la plataforma petrolera Deepwater Horizon, quedaron adheridos por meses al suelo marino, incluso después de finalizada la limpieza exhaustiva del desastre ambiental, señala un estudio.
 
En enero de 2011, nueve meses después del derrame que afectó severamente la biodiversidad de la región, y a cinco meses desde que se bloqueó la fuga de crudo, los científicos seguían observando residuos en el suelo marino de procedencia desconocida. Al no detectarse crudo en la superficie del agua, se pensaba que las operaciones de limpieza habían sido exitosas.

“Nuestra investigación prueba que el carbón negro y el bario pueden mantenerse unidos en el agua durante meses, por lo que las compañías deberían poner más atención en las técnicas que utilizan, como la quema del sitio y la perforación de lodo”.

Beizhan Yan, Observatorio Lamont-Doherty para Ciencias de la Tierra – Universidad de Columbia

Los suelos marinos secretan sus propios aceites naturales, así que podían ser de origen natural, dijo a SciDev.Net Beizhan Yan, investigador del Observatorio Lamont-Doherty para Ciencias de la Tierra de la Universidad de Columbia, y autor principal del estudio publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences (30 mayo).
 
Para identificar el origen de los contaminantes, los científicos buscaron componentes que solo podían hallarse en el petróleo proveniente de la plataforma, una especie de “huella dactilar”.
 
“Observamos grandes flujos de carbón negro, que creemos se originaron con la quema del crudo durante la explosión. También vimos gran cantidad de componentes como alqueno y bario, claves en la perforación de lodo, una técnica ampliamente utilizada durante las operaciones de Deepwater Horizon. Los aceites de origen natural no producen contaminantes como estos, así que solo podrían provenir del accidente”, explicó Yan.
 
“Nuestra investigación prueba que el carbón negro y el bario pueden mantenerse unidos en el agua durante meses, por lo que las compañías deberían poner más atención en las técnicas que utilizan, como la quema del sitio y la perforación de lodo”, advirtió.

derrame golfo 1 by Deepwater Horizon Response
Derrame en el Golfo de México (Foto: Deepwater Horizon Response)

El estudio descubrió también que entre agosto y septiembre de 2010 hubo una sobrepoblación de fitoplancton en la zona, cuyo origen se desconoce. Según Yan, los contaminantes se colgaron del fitoplancton y se hundieron en el agua, llegando al lecho marino, algo inusual.
 
Estudios posteriores realizados entre 2012 y 2014 no encontraron residuos en tan altas cantidades como en 2011. Como algunos hidrocarburos son biodegradables, se prevé que disminuyan con el tiempo.
 
La investigación no incluyó observaciones sobre recuperación del lecho marino o indicios de daños irreparables causados por los contaminantes, pero otros estudios han descrito daños a los sistemas coralinos de la zona.
 
“Si estas partículas son consumidas por peces u otros organismos acuáticos, pueden ocasionar efectos ecológicos o de seguridad alimentaria. Debemos prestarles atención en estudios actuales y futuros”, precisó Yan.

Elva Escobar, directora del Instituto de Ciencias del Mar y Limnología de la Universidad Autónoma de México, quien no participó del estudio, dijo que estas investigaciones permiten entender qué ocurre durante los derrames, qué impactos generan en el fondo marino y cómo se recupera el ecosistema.
 
“Estos componentes, una vez depositados, están disponibles a la fauna, y eso es motivo de preocupación”, finalizó.
 
Enlace al artículo completo en PNAS