15/12/16

Nuevas evidencias sobre estrés crónico y cerebro femenino

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Crédito de la imagen: Dominic Chavez/World Bank

De un vistazo

  • En niñas que experimentaron situaciones de trauma se detectaron cambios en estructura cerebral
  • Ello no ocurrió en niños en la misma situación ni en quienes no sufrieron estrés postraumático
  • Resultados apoyan necesidad de políticas que protejan a las adolescentes y niñas de violencia

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 [BUENOS AIRES] ¿Por qué las adolescentes y niñas son más propensas a desarrollar estrés postraumático que sus pares masculinos? Según un nuevo estudio la causa es neurobiológica, y depende del sexo, ya que situaciones traumáticas graves y continuas, no afectan de igual modo el cerebro femenino que el masculino.

Para llegar a esa conclusión, investigadores de las universidades de Stanford y de Iowa, obtuvieron imágenes por resonancia magnética del cerebro de 59 niños y jóvenes de ambos sexos, de entre 9 y 17 años, con y sin estrés postraumático (EPT).  

“El EPT es un desorden mental crónico, caracterizado por un estado de hiperalerta, reexperimentación del trauma y muchas otras alteraciones de la conducta y las emociones, incluido el abuso de alcohol y otras sustancias, y las conductas agresivas”, explica la psiquiatra Marta Rondón, investigadora del Instituto Nacional Materno Perinatal del Perú.

En el grupo de control (sin EPT), los investigadores no hallaron diferencias en la estructura cerebral entre sexos, pero sí observaron que entre las niñas que experimentaron situaciones de trauma, la estructura cerebral que procesa las emociones, la ínsula, presentaba un volumen menor, reducción que no evidenciaron los varones.

Nuestros hallazgos sugieren que posiblemente niños y niñas pueden presentar diferentes síntomas de trauma,  beneficiándose  con distintos tratamientos

Megan Klabunde,
Universidad de Stanford

“La disminución del volumen de la ínsula que ocurre en el crecimiento normal, parece estar acelerada en las niñas y adolescentes de este estudio. Ello se podría relacionar con una pubertad más temprana en niñas traumatizadas, y con  una mayor severidad y cronicidad de las manifestaciones del EPT en las mujeres”, dice Rondón a SciDev.Net.

Para Megan Klabunde, autora principal del estudio, y especialista en neurociencias y psicología clínica de la Universidad de Stanford, “es importante que quienes trabajan con jóvenes traumatizados consideren las diferencias sexuales. Nuestros hallazgos sugieren que posiblemente niños y niñas pueden presentar diferentes síntomas de trauma,  beneficiándose  con distintos tratamientos”.

La neurofisióloga María Julia Cambiasso, del Instituto de Investigación Médica Mercedes y Martín Ferreyra de Córdoba, Argentina, comenta que desde 2014 los institutos nacionales de salud de los Estados Unidos solicitan especificar el sexo de las personas o modelos animales incluidos en las investigaciones. “Tratamientos probados en varones no necesariamente presentan el mismo efecto en mujeres; tal es el caso, por ejemplo, de algunos medicamentos destinados a regular la presión arterial", dice a SciDev.Net.

Para Rondón, este resultado “abona la idea de incrementar las políticas destinadas a proteger a niñas y niños de la violencia, especialmente sexual, que es la forma más común de adversidad en la infancia y cuyas consecuencias refleja este estudio”.

Enlace al artículo en la revista Depression and Anxiety