22/10/03

Trabajar con científicos locales: el mejor freno contra la “biopiratería”

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Un estudio en Panamá concluye que las empresas farmacéuticas deberían trabajar más estrechamente con científicos en países en desarrollo para ayudar a esas naciones a obtener beneficios de las investigaciones que se realizan acerca de sus propios recursos naturales.


(SANTIAGO DE CHILE) Las compañías farmacéuticas deberían trabajar estrechamente con científicos en países en vías de desarrollo para asegurar que estas naciones se beneficien directamente de la investigación de sus propios recursos naturales, sin tener que esperar los pagos provenientes de la comercialización de tales recursos. Esta es la conclusión de un grupo de investigadores en Panamá.


El equipo, que recientemente finalizó un estudio de cinco años sobre el impacto de tales investigaciones, afirma que el trabajo colaborativo puede prevenir las acusaciones de “biopiratería” contra científicos extranjeros que desarrollan nuevos productos basados en recursos genéticos locales o en conocimientos indígena.


Al involucrarse en el proceso de investigación, las naciones en desarrollo pueden tener beneficios inmediatos, tales como nuevas oportunidades de educación, investigación y desarrollo económico, aseguran los miembros del equipo en Panamá.


Las conclusiones del proyecto, con un costo de tres millones de dólares, fueron publicadas en la edición de octubre de la revista “Fronteras en Ecología y Medio Ambiente”. Entre otros resultados, el proyecto permitió la instalación de seis laboratorios en Panamá y empleó localmente a más de 60 científicos de trayectoria, asistentes de investigación y estudiantes voluntarios. Además, 20 alumnos panameños obtuvieron título de pregrado, una docena comenzó programas de maestría y un estudiante inició su doctorado.


El equipo también obtuvo una patente por tres nuevos extractos que se aislaron de plantas locales y que son efectivos contra el parásito responsable de la leishmaniasis.


“La rápida desaparición de los bosques tropicales fue nuestra motivación para realizar este proyecto”, dijo a SciDev.Net la bióloga Phyllis Coley, quien lidera el proyecto en la base panameña del Instituto Smithsonian de Investigación Tropical. “Nuestra principal meta era hallar nuevos caminos para generar ingresos a partir de bosques intactos y así estimular su protección”.


De acuerdo con Tom Kursar, profesor asociado de biología de la Universidad de Utah e integrante del equipo, el hecho de realizar las investigaciones en países en desarrollo en lugar de recolectar las muestras y analizarlas en el extranjero proporciona beneficios inmediatos: “Esto establece un puente entre la bioprospección y la conservación”.


La bioprospección ha sido considerada por años como un camino potencial hacia el desarrollo sustentable, especialmente después de la Convención de Diversidad Biológica de Río en 1992, que estimuló a las empresas a pagar derechos comerciales a un país si se desarrolla una nueva droga a partir de sus recursos genéticos.


Sin embargo, muchos consideran que este enfoque no es muy efectivo, debido a que sólo un porcentaje de los extractos de las plantas llegan a transformarse en drogas comerciales, y cuando lo hacen, pasan varios años antes de iniciar el pago de las regalías.


Coley señala que una mejor forma de asegurar beneficios inmediatos consiste en establecer programas de investigación en el mismo país donde crecen los recursos genéticos de interés. “Las compañías farmacéuticas gastan más de 40 mil millones de dólares cada año, sin considerar los recursos que además gastan los gobiernos y las organizaciones sin fines de lucro. Si sólo un pequeño porcentaje de esa inversión se destinara a programas de investigación de nuevas drogas en países en desarrollo, esto haría una gran diferencia”, señala la bióloga. “No habría necesidad de esperar a ganarse la lotería ni de pedir donaciones”.


En un comentario que acompaña a la publicación del estudio, Jeffrey McNeeley, científico jefe de la World Conservation Union, valora el proyecto en Panamá como “un excelente primer paso”. No obstante, agrega que se necesitan medidas adicionales, como becas para desarrollar la educación superior en los países pobres, reconocer el valor de la medicina tradicional y compensar económicamente los aportes de este conocimiento ancestral al descubrimiento de drogas.


“A través de este tipo de medidas, las acusaciones de biopiratería podrían muy bien desaparecer y ser reemplazadas por una nueva era de cooperación internacional”, concluye McNeeley.