23/06/16

Respaldo a científicos para enfrentar tres crisis de Brasil

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Crédito de la imagen: Lianne Milton / Panos

De un vistazo

  • Brasil ha sido golpeado por el zika, ríos contaminados y crisis económica
  • Recortes de presupuesto y reestructuración política han dejado de lado a la ciencia
  • La ciencia requiere fondos y gobernabilidad estables para enfrentar las crisis

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Brasil debe dejar de marginar a sus científicos que trabajan en zika, contaminación y recesión, dice Creso Sá.

El alboroto en torno al juicio político de la presidente Dilma Rousseff ha dejado en un segundo plano a las tres grandes crisis que enfrenta Brasil, así como al hecho de que el país está debilitando su capacidad para hacerles frente.

Para recuperar totalmente esa habilidad, el gobierno federal debe hacer que la ciencia  deje de ser una política de baja prioridad en la vida política real de Brasilia y pasar al centro de la agenda del desarrollo nacional.

Las tres crisis

La primera crisis fue el peor desastre ambiental en la historia de Brasil, tanto en términos del área afectada como de los costos generados por los daños. La falla de las tres represas en el estado de Minas Gerais a fines de 2015 liberó 62 millones de metros cúbicos de desechos mineros en tres ríos, destruyendo ecosistemas y privando a las comunidades pesqueras locales de sus medios de vida. La recuperación llevará décadas.

“La crisis económica desempeñó un papel en los recortes, pero el gobierno federal también ha tenido que ver en ello, lo que una vez más demuestra la falta de prioridad que tiene la ciencia”

Creso Sá

La segunda es la mayor contracción económica anual de Brasil en 25 años: una caída de 3,8 por ciento en el PIB (Producto Interno Bruto) en 2015, con una situación similar prevista para este año. El desempleo alcanzó 11 por ciento. Las exportaciones de bajo valor agregado, que antes garantizaban el crecimiento económico, no serán suficientes para levantar al país de esta caída, por lo que las demandas que existen desde hace tiempo de una mayor innovación industrial son cada vez más apremiantes.

Finalmente, Brasil necesita hacer frente a la epidemia del virus del zika. Se han confirmado más de 1.330 casos de anormalidades fetales vinculadas al zika y alrededor de 3.330 están bajo investigación. Aquellos que fueron afectados necesitan asistencia social y sanitaria. Y al tiempo que se registran más casos de zika en otros países —sin mencionar las preocupaciones acerca de que los próximos Juegos Olímpicos en Río de Janeiro aumenten el riesgo de expansión—, la epidemia se convierte en una amenaza a la salud mundial, y agrega presión para que Brasil actúe.

Estos problemas dispares tienen algo en común: su solución requerirá llevar los conocimientos científicos y técnicos hasta los organismos públicos, institutos de investigación, universidades y la industria. ¿Será capaz el gobierno federal del presidente interino Michel Temer (o, menos probable, de una absuelta presidente Rousseff) de dirigir las acciones?

Fondos desviados

A juzgar por cómo le ha ido a la ciencia en Brasil recientemente, y por los primeros movimientos del presidente interino, no hay razón para el optimismo.

El año pasado, la ciencia sufrió severos recortes presupuestales. El Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación de Brasil perdió un tercio de su presupuesto en los últimos dos años. Los proyectos de investigación aprobados no han recibido el dinero prometido, los concursos por financiación se han suspendido y se han retrasado grandes inversiones en un nuevo conjunto de institutos de ciencia y tecnología. Las universidades públicas y los institutos de investigación no han tenido dinero para los gastos básicos de funcionamiento.

Sin duda, la crisis económica desempeñó un papel en los recortes, pero el gobierno federal también ha tenido que ver en ello, lo que una vez más demuestra la falta de prioridad que tiene la ciencia.

Por ejemplo, la legislación en 2014 reasignó fondos que habían sido destinados a la ciencia hacia el gasto social. Del mismo modo, 6.4 millones de reales (US$1.9 mil millones) fueron transferidos de la investigación e infraestructura científica hacia la financiación de una sola iniciativa: el programa de intercambio Ciencia Sin Fronteras, creado en 2011 por la presidente Rousseff, que desde entonces ha sido suspendido después de severas críticas.


Las cosas empeoraron con los recientes acontecimientos políticos. Al transformarse en presidente interino, Temer fusionó el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación con el Ministerio de Comunicaciones, desconcertando y frustrando a la comunidad científica. Temer consideró nombrar a un obispo evangélico, creacionista, para dirigir el nuevo ministerio, antes de designar a Gilberto Kassab, ex alcalde de Sao Paulo, sin experiencia en el gobierno de la ciencia. Es el cuarto ministro de ciencia en menos de dos años.

Se piensa para el corto plazo

La frustración en torno al deteriorado ambiente de la ciencia llevó a la prominente neuróloga Suzana Herculano-Houzel a hacer pública su decisión de abandonar el país en mayo y aceptar un trabajo en la Universidad de Vanderbilt en Estados Unidos. Su fuerte crítica generó un impacto clave y fue ampliamente difundida y discutida en las redes sociales.

La justificación de la administración de Temer para estos movimientos se ha centrado en la necesidad de controlar el gasto público y la deuda nacional. Esto plantea un obstáculo evidente para la reinversión en ciencia, pero el problema fundamental es la falta persistente de una visión para el papel de la ciencia como un bien nacional. Los científicos son vistos como un interés especial periférico, y no como una de las partes involucradas en el debate sobre el desarrollo del país.

Pero la ciencia seria no se realiza de un día para otro. Las agendas de investigación que soportan los desafíos nacionales conducen a descubrimientos impactantes y la capacitación de talentos científicos ocurre durante años e incluso décadas. Ninguno florecerá espontáneamente si los científicos no pueden planificar hacia el futuro o simplemente mantener las operaciones básicas en funcionamiento.

Aunque es importante, un ministerio dedicado a la ciencia no es suficiente. La ciencia brasileña necesita un gobierno estable. Eso solo sucederá con un fuerte apoyo político a las agencias federales y a los institutos de ciencia.

La comunidad científica —incluyendo organizaciones como la Academia Brasileña de Ciencias y la Sociedad Brasileña para el Progreso de la Ciencia— ha sido elocuente en estos debates y vehementemente condenó la fusión del Ministerio de Ciencia. Estos esfuerzos son importantes, pero se debe hacer más para sacar a la ciencia de su estado marginal. Los científicos en general también necesitan hacer oír sus voces e involucrarse con los representantes políticos a nivel local y estatal. Se debe informar sobre los logros locales y los resultados que pueden ofrecer.

La ciencia ya no puede ser vista como un sector remoto y desconectado compitiendo por apoyo. Brasil necesita cultivar el conocimiento y la experiencia sofisticada para enfrentar sus tragedias ambientales, sanitarias y económicas.
 
Creso Sá es profesor de la Universidad de Toronto, Canadá. Escribe sobre política científica y educación superior. Su libro más reciente, The entrepreneurship movement and the university, fue publicado en 2015. Sá puede ser contactado a través cresosa.com y al correo [email protected]

La versión original de este artículo de opinión se publicó en la edición global de SciDev.Net