26/09/11

Realidad muestra que la energía nuclear es una ruta equivocada

Posibilidad de un severo accidente nuclear en los próximos 25 años ha sido revisado después de Fukushima Crédito de la imagen: flickr/ IAEA Imagebank

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Aumento de costos y reevaluación de riesgos descalifican energía nuclear, incluso para países en desarrollo que la pueden pagar, dice José Goldemberg.

Hay 440 reactores nucleares operando en todo el mundo, proporcionando aproximadamente el 14 por ciento del suministro mundial de electricidad. La mayoría han sido instalados hace 30-40 años, cuando los costos relativos de producir energía nuclear la hacían una opción atractiva.

Después de 1985, los bajos precios del petróleo, combinado con preocupaciones sobre la seguridad nuclear (aumentada por los accidentes nucleares de la isla Three Mile en los Estados Unidos en 1979, y de Chernobyl, Ucrania en 1986), estancó la expansión mundial de la electricidad derivada de la energía nuclear.

Sin embargo, más recientemente, las preocupaciones sobre las emisiones de gases de efecto invernadero ayudaron a suscitar un ‘renacimiento’ de la energía nuclear, estimulada por los subsidios gubernamentales. A diferencia de la generación termoeléctrica, que usa carbón u otros combustibles fósiles, la electricidad generada por energía nuclear contribuye en menor proporción —sobre la base de un ciclo de vida— a las emisiones, y podría ayudar a resolver los problemas de calentamiento global.

Ahora, el más reciente desastre nuclear —en Fukushima, en marzo de 2011— nuevamente ha enfriado el entusiasmo. Los países están haciendo una pausa para reevaluar la energía nuclear y se preguntan si realmente los pondrá en el camino correcto de la energía sostenible.

Recalculando el riesgo

Todavía es muy pronto para evaluar plenamente lo que el accidente de Fukushima significa para el futuro de la energía nuclear. Pero varios países de la OCDE (Bélgica, Alemania, Italia, Japón y Suiza, entre otros) ya han decidido eliminar, al final de su vida útil, sus reactores nucleares existentes y han cancelado sus planes para los nuevos.

Antes de Fukushima, la Agencia Internacional de Energía Atómica (IAEA por sus siglas en inglés) había predicho que las centrales nucleares añadirían una capacidad de generación de 360 giga vatios para 2035, o el equivalente a más de 200 nuevos reactores, cálculos que ahora se han reducido, al menos a la mitad.

Esto es en parte debido a que ha disminuido la aceptación pública de la energía nuclear en muchos países, pero también al aumento de costos de las mejoras en la seguridad nuclear y de las primas de seguros relacionadas con daños por accidentes.

La probabilidad estimada de accidentes nucleares graves, que era considerada muy pequeña en el pasado, se ha incrementado significativamente. El estimado pre Fukushima de la probabilidad de un accidente nuclear serio era aproximadamente de 1 en 100.000 para los 440 reactores nucleares en funcionamiento para los próximos 20-25 años.

Pero la probabilidad de fusión del núcleo y fallas en la contención se había subestimado: los accidentes de Chernobyl y Fukushima elevaron a cuatro las catastróficas fusiones de reactores nucleares en las últimas décadas, más de las que se previeron originalmente.

Un simple cálculo muestra que, en realidad, la probabilidad de que cualquiera de los reactores nucleares operativos actualmente tenga un accidente nuclear grave en los próximos 20-25 años es de 1 en 5.000. Esto significa que podríamos esperar que ocurra otro accidente nuclear grave una vez cada 20 años. Basados en el estimado previo, esperábamos un accidente en un periodo de 100 años.

Costos reales

Solo el 6 por ciento de la capacidad mundial de la energía nuclear está en los países en desarrollo: en China, India, Brasil, Sudáfrica, México, Argentina y Pakistán. Pero para fines de 2008 más de 50 países en desarrollo se habían acercado a la IAEA interesados en instalar su primera central nuclear.

De ellos, es poco probable que países con un PIB menor a US$50 mil millones sean capaces de comprar un reactor nuclear que cuesta al menos unos cuantos miles de millones de dólares. Los países también necesitarían redes eléctricas con una capacidad mínima de aproximadamente 10 giga vatios para dar cabida a un reactor nuclear de gran tamaño.

Eliminando a los países que no satisfacen estos criterios quedan 16 candidatos serios para comprar reactores nucleares de gran tamaño: Argelia, Bielorrusia, Chile, Egipto, Grecia, Indonesia, Kazajstán, Kenia, Malaysia, Filipinas, Polonia, Arabia Saudita, Tailandia, Turquía, Emiratos Árabes Unidos y Venezuela.

Pero un análisis más cercano de sus otros recursos energéticos potenciales, como petróleo, gas, biomasa o energía hidroeléctrica, indica que la nuclear no es la mejor opción para generar la electricidad que requieren.

En todos ellos, el costo de la electricidad generada por la energía nuclear es significativamente mayor que en las otras opciones, aunque los estimados varíen dependiendo de la disponibilidad del gas o de los sitios adecuados para las hidroeléctricas.

En Brasil, por ejemplo, el costo de la energía nuclear es cuando menos 50 por ciento más caro que otras opciones. En Irán, el gas es abundante y por lo tanto una opción más rentable.

Motivaciones cruzadas

En términos económicos, la energía nuclear debería ser una ‘opción de último recurso’ para el suministro de electricidad.

Entonces, ¿qué podría motivar a los países en desarrollo a perseguir la opción nuclear? La reducción de los gases de efecto invernadero no es una prioridad para ellos, pues están exentos del Protocolo de Kyoto, ya que solo los países industrializados se comprometieron a establecer metas a sus emisiones.

El principal atractivo de la opción nuclear parece ser el ‘estatus’ y el prestigio asociado con las tecnologías nucleares consumadas.

En los países en desarrollo, a menudo se ha visto a la tecnología nuclear como un pasaporte al primer mundo y al auto engrandecimiento burocrático de la consagración nuclear.

Y desde que no existe una clara distinción entre las tecnologías que se requieren para los usos pacíficos de la energía nuclear y la fabricación de armas nucleares, también hay preocupación de que los nuevos reactores nucleares aumenten el peligro de la proliferación de armas nucleares.

Cualquiera sea la verdadera motivación de los países, bajo las actuales condiciones, y si la pregunta es cómo asegurar los suministros seguros de energía para las próximas generaciones en el mundo en desarrollo, la energía nuclear no es parte de la respuesta.

José Goldemberg es físico y profesor emérito de la Universidad de São Paulo, Brasil. Ha sido Secretario de Estado de Ciencia y Tecnología y Ministro de Estado de Educación de Brasil.

Este artículo es parte de un Especial sobre Energía Nuclear después de Fukushima.