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Además de los estudios, donantes deben financiar infraestructura necesaria para mejorar condiciones de investigación, afirma Berit Olsson.

Si de verdad queremos fomentar la capacidad de investigación en los países de bajos ingresos, debemos apoyar y promover las condiciones que permiten desarrollarla. La mejor manera de contribuir a la investigación sostenible es creando una base amplia de disciplinas e infraestructuras comunes. Por otra parte, una comunidad científica potente no solo se dedica a investigar, sino que además pone ‘el mundo de los resultados científicos’ al alcance de los generadores de políticas, estudiantes y otras personas que puedan aprovecharlos.

No obstante, los recursos disponibles para investigación en los países en desarrollo se destinan a la realización de estudios en áreas específicas, que se consideran relevantes por su potencial para promover el desarrollo. En este caso los gobiernos y los organismos externos de financiación pretenden obtener resultados de aplicación inmediata.

La financiación institucional fortalece la capacidad

En países desarrollados como Suecia, las instituciones reciben financiación básica (‘core funding’), además de subsidios por los que compiten sobre la base de la excelencia científica, condiciones que estimulan la creatividad de la comunidad científica. Más aún, los ministerios u otros ‘usuarios’ del sector público y privado ofrecen subsidios para la investigación en áreas prioritarias.

Suecia también se beneficia de una dosis importante de investigación por parte de la industria, que a su vez depende de la calidad de las instituciones públicas. El sector privado valora muchísimo la investigación que explora nuevas fronteras de conocimiento, de modo que si la financiación de base proporcionada por el gobierno no cubriera sus expectativas, la industria colocaría sus inversiones en otros países.

Comparemos este panorama con la política de investigación orientada a la demanda que favorecen los países de bajos ingresos y las agencias de desarrollo. Este tipo de estudios suele despertar el interés de investigadores de países desarrollados que ya cuentan con la capacidad de investigación necesaria: un investigador principal del Norte generalmente obtiene un subsidio y elige o no colaborar puntualmente con investigadores del Sur, que se hallan más próximos a las realidades y datos locales.

¿Pero se puede hablar aquí de un uso eficiente de los escasos recursos? Es posible, si lo que se pretende es conseguir a corto plazo resultados aplicables de forma directa a proyectos de desarrollo.

Fomentar la capacidad

¿Pero qué sucede con el fomento de la capacidad, que muchas veces se reconoce también como un objetivo importante? En los países de bajos ingresos, los resultados de los estudios dependen exclusivamente de la capacidad institucional y de las condiciones de investigación existentes. Si son lo suficientemente sólidas, tanto el investigador que colabora en el proyecto como la institución a la que pertenece pueden aprovechar los nuevos contactos y perspectivas. Sin embargo, en la mayor parte de los casos, las instituciones y entornos de investigación no tienen el grado suficiente de desarrollo, con lo cual el impacto del proyecto en términos de fomento de capacidad es nulo o incluso negativo.

Por ejemplo, quienes colaboran en los proyectos de investigación financiados por fuentes externas suelen ser el puñado de catedráticos más importantes y consolidados del lugar. Dadas las pocas oportunidades de conseguir recursos de investigación, estos investigadores se ven tentados a aceptar proyectos que trascienden sus áreas prioritarias. Y como los ingresos que obtienen por participar en ellos por lo general superan con creces su salario habitual, los investigadores dedican mucho tiempo y esfuerzo a su consecución, gran parte de las veces en detrimento de la enseñanza o de su compromiso con sus propios colegas. En cambio, si la ayuda fuera dirigida a la institución a través de fondos para infraestructura y oportunidades de formación acordes con los objetivos institucionales, se beneficiaría la comunidad científica en su conjunto y no una sola persona.

El modelo sueco

La Agencia Sueca de Cooperación Internacional para el Desarrollo (SIDA por sus siglas en inglés) reconoce la necesidad de invertir por lo menos en un centro universitario de investigación en cada país asociado. El organismo financia las instalaciones básicas que se necesitan para mejorar las condiciones de investigación, como laboratorios, bibliotecas e infraestructura relacionada con las tecnologías de la información y la comunicación, así como formación en investigación para el personal académico.

En Uganda, por ejemplo, la Agencia apoya a la Universidad Makerere en sus esfuerzos por mejorar la capacidad de formación en investigación, acceder a materiales y aplicaciones básicas, modernizar sus instalaciones y desarrollar la gestión de la investigación. La cooperación se basa en un compromiso de financiación a largo plazo, por un período que abarca entre 20 y 30 años. (Véase Universidad de Makerere reconstruye su reputación).

Suecia ha integrado el apoyo a la investigación en sus estrategias de cooperación bilateral y sus equipos de trabajo cuentan con asesores en investigación por país. Además, la financiación de investigaciones se planifica conforme a las estrategias de fomento de la capacidad de investigación diseñadas por las universidades locales. Y últimamente algunos países promueven estrategias nacionales como marco para la financiación: por ejemplo, el nuevo ministro de Ciencia y Tecnología de Mozambique ha desarrollado una estrategia de crecimiento para el sector científico. Otros gobiernos e instituciones de países de bajos ingresos necesitan comenzar a diseñar este tipo de estrategias para lograr que los organismos adapten la financiación a los planes y objetivos nacionales. 

Donantes, a tomar nota

Por desgracia, no parece que otros organismos de financiación apoyen este tipo de estrategias de amplio alcance para desarrollar la investigación.

Los donantes deben comprender, y financiar, la necesidad de contar con una base adecuada para desarrollar la investigación. Para fomentar la capacidad se requieren distintos tipos de financiación al estilo del modelo sueco.

Una comunidad de investigación no solo produce conocimientos científicos novedosos, sino que además comunica los resultados y las innovaciones de importancia internacional a los generadores de políticas y a la sociedad. Tal información es crucial, sobre todo para diseñar estrategias locales de desarrollo y evaluar el impacto de la ayuda.

Si los donantes de verdad quieren reconocer la ‘apropiación’ en el diálogo del desarrollo, la financiación de la capacidad institucional de investigación debería convertirse en un ingrediente básico de la cooperación bilateral para el desarrollo.

Berit Olsson es ex directora del Departamento de Cooperación para la Investigación de la Agencia Sueca de Cooperación Internacional para el Desarrollo.