19/04/14

Big data: moderar expectativas con dosis de realidad

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Crédito de la imagen: Andy Johnstone / Panos

De un vistazo

  • El Big data puede ayudar al desarrollo, pero también perjudicar nuestros derechos y la democracia
  • Hay expectativas y preocupaciones sobre sus limitaciones estadísticas y la privacidad
  • Una revolución verdadera requiere cambiar el poder, no solamente procesar números

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El Big data es un recién llegado al discurso del desarrollo. Ha generado interés rápidamente, en consonancia con el llamado que en junio pasado realizó el panel de alto nivel de las Naciones Unidas para llevar a cabo una ‘revolución de los datos’ que ponga al Big data en el centro de los debates sobre el futuro del desarrollo.
 
Sin embargo, paralelo al interés que suscita, el Big data genera muchas preguntas y, de vez en cuando, algunas miradas perplejas. Incluso los más valientes admiten su confusión acerca de cuánto difieren los grandes volúmenes de datos del Big data de, simplemente, los datos.
 
Es fácil suponer que el Big data se refiera a la cantidad, o mezclar la idea con los llamados a una revolución de los datos. No obstante, el Big data va más allá del tamaño, y la revolución es más amplia: en realidad, se trata de construir la infraestructura de datos necesaria para realizar un seguimiento eficaz de los objetivos de desarrollo.
 
Indudablemente las opiniones en torno al Big data están divididas. Algunos lo ven como un enorme potencial para extraer los tesoros escondidos de las señales digitales del mundo para mejorar la toma de decisiones. Para otros es una nueva idea seductora llena de dificultades técnicas y serios riesgos para la sociedad.
 
Un reciente evento organizado por SciDev.Net tocó algunos de los retos que conlleva hacer que el Big data trabaje para el desarrollo. Los artículos que publicamos revelan muchas facetas del debate y ofrecen algo de claridad sobre esta nueva idea poderosa, comenzando con una pregunta básica: ¿qué es, exactamente, Big data?
 
¿Desarrolla o divide?
 
Un artículo introductorio ofrece las características esenciales y una lista de los tipos de ‘Big data’ que, por cierto, quizás sea un nombre inadecuado según su autor Emmanuel Letouzé, nuestro consultor del proyecto. Letouzé explica que gran parte de lo que se ha dado en llamar Big data son datos generados la década pasada por máquinas de lectura mecánica a partir de aparatos digitales. Estos se convierten en bases de datos que, a diferencia de las encuestas tradicionales, no han sido diseñadas específicamente para análisis estadísticos.

Una ‘verdadera’ revolución del Big data debe ser aquella en la que los datos se puedan aprovechar para cambiar las estructuras de poder y los procesos de toma de decisiones, no solamente para crear ideas”.

Emmanuel Letouzé

  Es revelador que Letouzé emplee varios párrafos para explicar el término ‘Big data’, disipando cualquier expectativa de una definición sencilla, y echando por tierra cualquier ilusión de que se trata simplemente de cantidad.
 
Pasa a explicar el atractivo del Big data, especialmente las deficiencias de las actuales herramientas para la toma de decisiones y brinda ejemplos en los que el Big data ha ofrecido nuevas miradas. En particular para los países pobres, una razón importante de este atractivo es la carencia de datos, que conduce a estadísticas engañosas. El potencial para los sistemas estadísticos nacionales de ‘saltarse’ este obstáculo en dichas áreas es adoptar el Big data.
 
Sin embargo, el panorama color de rosa se equilibra con un sobrio recuento de los riesgos y desafíos. Estos se dividen en tres categorías principales: preocupaciones sobre los derechos de las personas, como privacidad y seguridad; preocupaciones técnicas, centradas en análisis inexactos y sesgados; y preocupaciones sobre una ‘nueva brecha digital’.
 
El debate se refleja en los especiales y artículos de opinión que publicamos en este especial.
 
¿El problema está en los detalles?
 
En un podcast, Alex ‘Sandy’ Pentland, director del Laboratorio de Dinámicas Humanas del Instituto Tecnológico de Massachusetts, afirma que los análisis usan datos agrupados (conocidos como datos agregados) de modo que no se puede reconocer a las personas, lo que no conlleva problemas de privacidad sino que ofrece beneficios. Pero Patrick Ball, director del Grupo de Análisis de Datos de Derechos Humanos, expresa su profundo escepticismo sobre la exactitud de dichos análisis independientemente de la agregación.
 
Las desventajas estadísticas debilitan los argumentos sobre la utilidad del Big data. Pero nuestra curiosidad es tal que la humanidad rara vez ha renunciado a un recurso sin explotar y, como lo puntualiza Letouzé, el Big data continuará creciendo, retando nuestro ingenio para aprovecharlo de la mejor manera.
 
Por lo tanto, si tomamos en serio las dificultades estadísticas y sin embargo aceptamos que el Big data ofrece beneficios, surgen otras preguntas, muchas de ellas relacionadas con el desarrollo.
 
Un reportaje de Jan Piotrowski analiza las brechas en las herramientas, el conocimiento y el financiamiento que limitan la capacidad de los países en desarrollo para aprovechar el Big data. Piotrowski también resalta el riesgo de que las bases de datos del Big data puedan no ser representativas de la población de las regiones pobres donde el suministro de energía se interrumpe con frecuencia o no existe. Y cuando se trata de los registros de los teléfonos móviles, un omnipresente tipo de Big data, hace notar que  depende en primer lugar de que las empresas lo compartan.
 
En un artículo de opinión, Michail Skaliotis y Ceri Thompson, de Eurostat, reconocen los déficits de capacidad de los países de escasos recursos pero sostienen que las oficinas nacionales de estadística deberían ver al Big data como un incentivo para la innovación.
Rechazan la idea de que el Big data pueda reemplazar a las estadísticas tradicionales, viéndolo más bien como una oportunidad complementaria para que dichas oficinas mejoren su labor.
 
No obstante, otro artículo de opinión del activista y periodista ciudadano Sanjana Hattotuwa ofrece un tono más inquietante. Sin dejar de lado el potencial del Big data para ayudar en la prestación de servicios, subraya que los números necesitan un rostro humano, y deberían ser vistos como una colección representativa de las personas, no como activos de información despersonalizada. De manera convincente argumenta que, en las manos equivocadas, el Big data fácilmente podría debilitar a la democracia.
 
Moderar la exageración, mantener la esperanza
 
En un reciente artículo de Financial Times, el economista y periodista Tim Harford ofrece una larga lista de complicaciones analíticas que impiden al Big data ofrecer información valiosa. [1] En referencia a uno de los retos estadísticos, escribe: “siempre se debe preguntar quién y qué falta, especialmente cuando se encuentra un montón de datos desordenados”.
 
Esto parece verdad respecto del lado social y estadístico del Big data. Los datos importan, pero el contexto político en el que ellos existen, también. Por ejemplo, una pregunta es en qué medida los países en desarrollo pueden ser socios igualitarios en los proyectos de Big data.
 
Letouzé es categórico al decir que “una ‘verdadera’ revolución del Big data debe ser aquella en la que los datos se pueden aprovechar para cambiar las estructuras de poder y los procesos de toma de decisiones, no solamente para crear ideas”.  Y en otro podcast, Philipp Schönrock, director de CEPEI, centro de pensamiento colombiano sobre el desarrollo, habla sobre la necesidad de regulaciones y marcos legales como elementos de construcción de la confianza en el manejo de datos. 
 
Las perspectivas ofrecidas en los diferentes artículos de este especial sugieren que, al igual que muchas herramientas potencialmente poderosas, existe una dualidad sobre el Big data, que lleva el debate más allá de cuestiones estrictamente técnicas. Incluso si nuevos y sofisticados métodos pulen esta joya en bruto, es poco probable que la riqueza que brinde transforme automáticamente aquellas partes del mundo que todavía están desarrollando las capacidades analíticas más fundamentales. Las iniciativas dedicadas a mejorar las capacidades técnicas deben dirigirse a los usuarios con competencias básicas y avanzadas de análisis de datos.
 
Moderar el entusiasmo con una dosis de realidad no tiene por qué desestimar el potencial del Big data. Tomando prestadas las palabras de Kahlil Gibran sobre la pasión y la razón, ser más consciente de una sobre la otra podría hacernos perder el beneficio de ambas.
 
Anita Makri
Editora de Opinión y Especiales, SciDev.Net
 
Este artículo forma parte del especial Big data para el desarrollo
 
La versión original de este artículo se publicó en la edición global de SciDev.Net

References

[1] Tim Harford Big data: are we making a big mistake? (The Financial Times, 28 March 2014)