11/01/12

Economías verdes: nuevo mecanismo para aprovechar ciencia

La cooperación puede fortalecer la ciencia que hay detrás de las estrategias para proteger a los cultivos de la sequía Crédito de la imagen: Flickr/CIMMYT

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Río+20 debe establecer mecanismo de cooperación científica para aprovechar capacidades del Norte y Sur, dicen Gisbert Glaser y Alice Abreu.

Veinte años después de la Cumbre de la Tierra de 1992 en Río de Janeiro, Brasil, la agenda de desarrollo sostenible sigue centrándose demasiado exclusivamente en el medio ambiente, impulsada por los ministerios del ambiente, con un progreso general lamentablemente deficiente.
 
Y en los últimos 20 años, el desarrollo nos ha llevado demasiado cerca del riesgo de exceder las “fronteras planetarias” de nuestro sistema de la Tierra, desde el cambio climático a la biodiversidad, pasando por el uso de la tierra. No obstante mientras encaramos estos desafíos debemos incrementar los esfuerzos para reducir la brecha de desarrollo que divide el Norte y el Sur, así como para garantizar una mayor equidad social y bienestar humano.
 
Es por lo tanto esencial asegurar que en el futuro quienes se hacen cargo de nuestras economías también se comprometan con el desarrollo sostenible y el ‘reverdecimiento’ de nuestros sistemas económicos. Por eso es que la cumbre mundial Río+20 se centrará en la economía verde “en el contexto del desarrollo sostenible y la erradicación de la pobreza”.
 

Este artículo forma parte de nuestra cobertura preparatoria de Río+20 —la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Desarrollo Sostenible— que tendrá lugar del 20 al 22 de junio de 2012. Para ver otros artículos vaya a Ciencia en Río+20

Pero no habrá economía verde sin tecnologías limpias, innovación y ciencia sólida. Los resultados de Río+20 deben incluir un mecanismo para fomentar más investigación y mejorar el acceso al conocimiento en todos los campos científicos.
 
Una sólida base científica
 
El proceso preparatorio para Río+20 ha llegado al acuerdo de que no existe una economía verde de ‘talla única’. Los elementos de una economía verde necesitan ser específicos para cada país o región, con el ‘reverdecimiento’ de todos los sectores económicos, sea agricultura, tecnologías de la información o la industria química.
 
Hacer la transición a una economía verde involucrará esfuerzos sin precedentes para aprovechar la ciencia, la tecnología y la cooperación internacional. Necesitamos sistemas de innovación más exhaustivos basados en políticas coordinadas y ciencia sólida que integren realmente los tres pilares —ambiental, social y económico— del desarrollo sostenible.
 
Entender esta interrelación entre los sistemas naturales y los socioeconómicos es crucial para abordar los desafíos globales. E implica un papel claro para las nuevas investigaciones más integradas interdisciplinariamente a través de las ciencias naturales y sociales.
 
Esto significa que las recomendaciones para los delegados de Río+20 deberían orientarse a incluir medidas para fortalecer los lazos entre ciencia y política, y la base científica dentro de las instituciones.
 
Los gobiernos deberían ponerse de acuerdo para incluir en el documento final de Río+20 un llamado para establecer un mecanismo para la investigación coordinada sobre los retos del desarrollo sostenible, con un énfasis especial en la colaboración Norte-Sur y Sur-Sur
 
La experiencia demuestra que la cooperación científica internacional —como los esquemas de capacitación regional, redes institucionales o centros de excelencia entre países con infraestructura científica débil—constituyen estrategias eficaces para aumentar las fortalezas científicas.
 
La fuerza de la cooperación
 
El nuevo mecanismo estaría basado y trabajaría en sinergia con los organismos existentes de cooperación, como el Consejo Internacional de Ciencias (ICSU por sus siglas en inglés).
 
Debería ser regido por científicos del Norte y del Sur, y una de sus funciones sería recolectar y procesar sistemáticamente el conocimiento existente sobre temas clave de desarrollo sostenible y economía verde.
 
Trabajando con el sector privado, entre otros, promovería y coordinaría la investigación y la innovación interdisciplinaria, así como la construcción de capacidades en ciencia y tecnología, particularmente en los países en desarrollo.
 
Y colaboraría activamente con los diseñadores de políticas, donantes y otras partes interesadas en el diseño, implementación y comunicación de la investigación.
 
El mecanismo también movilizaría y coordinaría los principales financiamientos a nivel internacional para apoyar la construcción de capacidades, el intercambio de conocimientos y las nuevas investigaciones. Tendrían que participar nuevos donantes, que tradicionalmente no han estado comprometidos con la investigación global de sostenibilidad: agencias de desarrollo, fundaciones filantrópicas importantes y donantes de ciencias sociales.
 
Una mejor alineación de las prioridades de investigación, un mayor apalancamiento y evitar la duplicación de la investigación deberían traducirse en más fondos disponibles para proyectos con objetivos compartidos.
 
Una ‘revolución sostenible’
 
Una nueva iniciativa internacional de investigación denominada ‘Tierra futura, investigación para la sostenibilidad global’, es un elemento importante hacia dicho mecanismo de cooperación científica. La iniciativa será lanzada durante Río+20 este año por una alianza que incluye al ICSU, el Consejo Internacional de Ciencias Sociales (ISSC por sus siglas en inglés), financiadores de investigación nacional y varias organizaciones de las Naciones Unidas.
 
El apoyo financiero de la comunidad global de donantes será importante para hacer que este mecanismo sea un éxito. Pero los gobiernos de los países en desarrollo con capacidad científica nacional débil también deberán comprometerse para mejorar la capacidad institucional de la ciencia y tecnología mediante el aumento sustancial de los montos que asignan a la educación superior.
 
El sector privado, un importante financiador de la investigación y el desarrollo (I+D), cumplirá un importante papel y deberá reorientar sus prioridades hacia los objetivos de sostenibilidad. Las alianzas público-privadas en torno a la ‘I+D verde’ deberán apoyar el desarrollo de tecnologías limpias, manejo sostenible de químicos y la eficiencia energética y de materiales.
 
La industria también debe contribuir a ampliar la cooperación científica internacional y los esfuerzos de investigación. Si se hace mediante un mecanismo global, no quedará sin retorno: nuevas iniciativas de investigación como Tierra Futura proporcionarán una plataforma de conocimiento ‘transdisciplinario’ que podrá ser usado por los socios en los negocios y la industria, y ayudará sacar las innovaciones fuera del laboratorio para transformarlas en productos o servicios ‘verdes’ útiles.
 
Después de las revoluciones agraria e industrial, la humanidad necesita una revolución global sostenible basada en el conocimiento y la innovación. Pero no habrá una transición acelerada al futuro sostenible a menos que Río+20 apoye una nueva manera de hacer ciencia mediante el lanzamiento de una importante iniciativa coordinada globalmente en ciencia, tecnología e innovación.
 
Gisbert Glaser es asesor principal del Consejo Internacional de Ciencia con sede en París, Francia. Alice Abreu es profesora emérita de sociología en la Universidad Federal de Río de Janeiro, Brasil.
 
Este artículo forma parte de nuestra cobertura Ciencia en Río+20