29/01/15

Cuatro pasos para una efectiva comunicación de la ciencia

Science Educators_Chris Stowers_Panos
Crédito de la imagen: Chris Stowers/Panos

De un vistazo

  • Los científicos pueden estar en aprietos cuando deben comunicar lo que saben de manera equilibrada
  • El primer paso es identificar las incertidumbres y preguntas que interesan al público
  • El diálogo efectivo previene que científicos y público pierdan la fe entre ellos

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Los científicos deberían adoptar un enfoque sistemático para explicar lo que hacen, y lo que no saben, dice Baruch Fischhoff.

La ciencia puede proveer la mejor evidencia a muchas preguntas: ¿qué tan probable es que una enfermedad se difunda? ¿Qué tan probable es que una nueva semilla produzca mejores cosechas? ¿Qué tan probable es que un programa de capacitación conduzca a mejores empleos?

Sin embargo, esta evidencia siempre es incompleta. De hecho, los científicos siguen investigando porque saben que no lo saben todo. El valor de su trabajo depende de qué tan bien comuniquen no solo sus mejores aciertos sobre el estado del mundo, sino también la fuerza con que su evidencia lo respalde. [1]

¿Por qué importa la fuerza de la evidencia? Hay dos razones principales y contrastantes entre sí. Si las personas sobrestiman lo que conocen los científicos, entonces se arriesgan a volverse muy audaces, apostando involuntariamente a estrategias inciertas al tiempo que prestan muy poca atención a señales de que las cosas podrían estar equivocadas. Piense en los pacientes que tienen altas expectativas de un nuevo procedimiento médico, o en agricultores que ponen sus esperanzas en una nueva semilla.

Por otro lado, si las personas subestiman cuánto conoce la ciencia, entonces se arriesgan a ser muy vacilantes –perdiendo tiempo y recursos en buscar mejores evidencias mientras que esperan la mejor certeza que la ciencia puede proveer. Piense en las personas que insisten en tener una prueba absoluta del cambio climático o la seguridad de las vacunas.

Pero los científicos a menudo están en aprietos cuando deben comunicar todo lo que saben, sin hacer afirmaciones que no puedan comprobar, por un lado, o haciendo parecer a la ciencia como conjeturas, por otra. Alcanzar este balance empieza por identificar la incertidumbre que le preocupa a su audiencia y, entonces, transmitirla de un modo creíble y comprensible.

Causas de la incertidumbre científica

Las fuentes de la incertidumbre científica son familiares a cualquiera. Los científicos pueden no haber estudiado un tema específico, creando brechas en su conocimiento. Su conocimiento puede estar minado por un mundo cambiante –por ejemplo, cómo el cambio climático afecta patrones de precipitación locales. Sus medidas pueden ser menos precisas de lo que quisieran, debido a las limitaciones de sus instrumentos o los recursos para desplegarlos. Sus teorías podrían no estar (aún) trabajando muy bien.

“Los científicos, como cualquier otra persona, tienden a sobreestimar qué tan bien se están dando a entender y a la vez qué tan bien ellos entienden a otros”.

Baruch Fischhoff

De algún modo, las personas saben que la ciencia es incompleta en estos sentidos. El reto es explicar cómo estos problemas generales emergen en escenarios específicos. Para una decisión económica, esto puede significar transmitir cuánto se sabe de la economía sumergida (o mercado negro) y cómo afecta una industria determinada. Para una decisión médica, esto puede significar cruzar qué tanto ha sido probado un medicamento, y con cuánta confianza puede el paciente esperar resultados similares a los de sus pruebas previas.

Los científicos generalmente pueden explicar estas incertidumbres a personas sin conocimientos técnicos si tienen tiempo suficiente para interactuar con ellos. Lo hacen cuando están enseñando y cuando discuten su trabajo con amigos y familiares.

La comunicación es difícil cuando el público no es familiar y es distante, lo que hace que sea más complicado para los científicos saber si lo están haciendo bien. Aquí, un enfoque científico de la comunicación científica puede ayudar. [2,3]

El secreto está en escuchar

Los científicos, como cualquier otra persona, tienden a sobreestimar qué tan bien se están dando a entender y a la vez qué tan bien ellos entienden a otros. Como resultado, la comunicación efectiva requiere que creen una conversación respetuosa de doble vía para corregir cualquier malentendido.

Esto puede involucrar discusiones uno a uno, un comité asesor o de investigación, con científicos conductuales que lo valoren a través de encuestas o entrevistas. Cualquiera que sea el método, los no-científicos deben sentir que están siendo servidos, no estudiados, y que el objetivo es hacer que la ciencia les sea útil a ellos.

El primer paso en el proceso comunicativo es dejar que las personas hablen acerca de las decisiones a las que se enfrentan, hasta que los científicos puedan parafrasear lo que les dicen al punto que les puedan decir “Sí, nos comprenden”.

El segundo paso es ir hacia atrás y analizar la ciencia para identificar algunos hechos que los no-científicos de seguro deben saber, entre muchos hechos que sería recomendable que supieran. Decirles cosas que ya saben o tratar sus pedidos como una ayuda para un ‘momento didáctico’ sería para ellos una pérdida de tiempo –y de confianza-, a la hora de hablar de ciencia básica.

El tercer paso es consultar la literatura de investigación en comunicación de la ciencia para entender cómo es mejor comunicar el tipo de datos que las personas requieren. [4] Este estudio encuentra, por ejemplo, que es mejor usar números en vez de palabras cuando se expresan probabilidades (por ejemplo, decir “un 30 por ciento de posibilidades de lluvia” en vez de “podría llover”). También encuentra que cuando una serie de pequeños riesgos se acumulan a lo largo del tiempo, uno debería hacer los cálculos para las personas (así, calcular la probabilidad de accidentes de tránsito de por vida o la dispersión esperada de especies invasoras).

Y encuentra que las personas a menudo requieren que se les recuerde del costo-oportunidad de esperar por mejores evidencias, por ejemplo, los riesgos de posponer acciones sobre el cambio climático porque las predicciones aún no son certeras.

El cuarto paso es hacer un borrador de mensajes, y luego pedirle a la gente que piense en voz alta al mismo tiempo que lee esos borradores, aclarando que es el mensaje el que está siendo puesto a prueba, no ellos. Cuando el problema surja, así como es inevitable con los borradores iniciales de cualquier mensaje, debe ser revisado y probado de nuevo –hasta que la gente lo entienda tan bien como para tomar decisiones bien fundamentadas, aunque aún inciertas.

Los científicos no pueden cumplir su misión de informar sin la conversación de doble vía necesaria para entender las necesidades de información de su audiencia, y su éxito en solventarlas. Este diálogo impedirá que los científicos pierdan su fe en el público, porque no pueden entender su mensaje, y que el público pierda su fe en los científicos, porque sus mensajes no sirven para dar solución a sus necesidades.

Baruch Fischhoff es profesor en los departamentos de Ingeniería y Política Pública, y de  Decisiones Sociales y Científicas en la Universidad Carnegie Mellon en los Estados Unidos. Puede ser contactado en [email protected]

Este artículo fue publicado originalmente en la edición global de SciDev.Net 

References

[1] Baruch Fischhoff and John Kadvany Risk: A very short introduction (Oxford University Press, 2011)
[2] The science of science communication (Proceedings of the National Academy of Sciences, 2013)
[3] The science of science communication II (Proceedings of the National Academy of Sciences, 2014)
[4] Baruch Fischhoff and others Communicating risks and benefits: an evidence-based user’s guide (US Food and Drug Administration, 2011)