15/06/11

Científicas exitosas: ¿cómo lo lograron?

Los colegas de Mary Abukutsa-Onyango le decían que las mujeres son 'demasiado emotivas' para la ciencia Crédito de la imagen: Mary Abukutsa-Onyango

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Mujeres de Jordania, Kenia, Pakistán, Perú y Filipinas cuentan a SciDev.Net cómo llevaron a cabo el sueño de desarrollar una carrera científica.

El matrimonio, la maternidad y la pobreza surgen como obstáculos comunes contra el éxito en las entrevistas que SciDev.Net sostuvo con seis científicas del mundo en desarrollo.

Pero a medida que las mujeres cuentan sus historias se encuentran elementos comunes de éxito: ambición personal; madres decididas que superaron las adversidades para garantizar que sus hijas recibieran educación; y, en etapas posteriores de sus vidas, esposos que les dieron su apoyo.

Mary Abukutsa-Onyango, 52, profesora en la Universidad de Agricultura y Tecnología Jomo Kenyatta de Kenia. Empezó su carrera científica por una alergia infantil. Incapaz de ingerir proteínas animales, fue alimentada con verduras tradicionales por su madre, quien sabía que contenían nutrientes importantes.

Ese fue el inicio de la pasión de su vida: evaluar los beneficios de estas verduras. Con el apoyo de su padre, quien la alentó a estudiar ciencias —algo inusual en un padre de Kenia de esa época— Abukutsa hizo su carrera combinando sus dos pasiones: la investigación y las verduras tradicionales.

Durante sus estudios de campo, Abukutsa tuvo que enfrentar la oposición de los agricultores porque ellos insistían que, como mujer, no tenía nada que decirles sobre prácticas agrícolas. "En el campo, mucha gente mira a las mujeres con suspicacia", señala. Y sus colegas masculinos le decían "las mujeres son demasiado emotivas para la ciencia, y no quieren darte crédito… he aprendido a defenderme yo sola", subraya.

Como si fuera poco, a su lucha tuvo que agregar el escepticismo de los científicos sobre la importancia de las verduras tradicionales y de la biodiversidad en general. "Nadie quería saberlo. El gobierno de Kenia pensaba que este tipo de investigación no era una prioridad", recuerda.

Décadas después, en 2010, Abukutsa fue condecorada por su trabajo con la Orden Burning Spear, uno de los reconocimientos civiles más importantes de Kenia. Este año recibió un premio de la Unión Africana por su investigación de la producción de verduras tradicionales en los países en desarrollo. "Muchas mujeres que nos ven recibiendo estos premios se sentirán motivadas, y eso influirá sobre las científicas jóvenes", señala.

Pero el suyo ha sido un largo recorrido escribiendo una propuesta de financiamiento tras otra. Al final, Abukutsa encontró su propia forma de hacer investigación para apoyar su argumento de que las verduras son ricas en vitaminas y otros nutrientes.

"Cuando trataba de publicar en las revistas internacionales, no querían reconocer mi trabajo, y no porque no fuera bueno, sino porque consideraban esos cultivos tradicionales como malezas", afirma. Así que publicaba sus trabajos en revistas de las universidades locales.

"[Ahora] es gratificante ver más y más iniciativas nacionales e internacionales con los alimentos indígenas. Yo conduje varios", señala.

Fabiola León-Velarde, 55, fisióloga y rectora de la Universidad Peruana Cayetano Heredia. Ella también conoce la frustración de ser ignorada al vivir en un país que no tiene un ministerio de ciencia y tecnología y que en la pasada década asignó tan solo el 0.15 por ciento de su Producto Interno Bruto (PIB) a la ciencia.

Fabiola León-Velarde

León-Velarde: ‘Las científicas deben tomar la decisión de hacer todo lo que [ellas] se proponen y hacerlo bien’

Universidad Peruana Cayetano Heredia (UPCH)

Siete años atrás, León-Velarde se planteó un reto: "Si el país no apoya la investigación, yo lo haré". Desde entonces, esta bióloga y fisióloga —una autoridad internacional en el mal de altura y, de acuerdo con los analistas, una fuerte candidata a ser la primera ministra de ciencia y tecnología en caso de que el país decida crear este ministerio— ha hecho una campaña incesante para obtener fondos de apoyo a la ciencia. "Un estado que no invierte en ciencia y tecnología no puede salir adelante", afirma.

Su trabajo parece estar dando resultado, pues el gobierno ha creado las becas del retorno y un financiamiento de US$10 millones para proyectos de investigación en su universidad; ha colaborado con el establecimiento de las oficinas de patentes en el sistema universitario y está en conversaciones para la construcción de un parque tecnológico.

Comprometer al público con la ciencia, particularmente a las mujeres rurales, es esencial para León Velarde. "Suscitar el interés de las mujeres rurales y tener más científicas en áreas donde estamos escasamente representadas son dos aspectos que los he tomado como una lucha personal", enfatiza. Esas áreas son ingeniería y física, en las que menos del 10 por ciento son mujeres.

Como mujer y madre, León-Velarde —distinguida con la Legión de Honor de Francia el mes pasado— dice que es particularmente importante que las científicas perseveren en esa "etapa crítica" cuando empiezan a tener hijos.

Subraya que desarrollar una carrera sin dejar de lado a los hijos y la familia es "un tema complicado…siento que he tenido que hacer un esfuerzo extra en mi vida para ser una buena esposa, una buena madre y una buena científica", confiesa.

"Si una mujer quiere llegar a ser una científica destacada, con proyectos importantes y publicaciones…tiene que tomar la decisión de hacer todo lo que se proponga y hacerlo bien", concluye.

Lourdes Cruz, 69, profesora en el Instituto de Ciencias Marinas de la Universidad Filipina Diliman. Señala que la maternidad es una de las razones principales para la escasez de académicas en el país y en otros lugares. Muchas mujeres en Filipinas obtienen sus primeros grados —por ejemplo el 60 por ciento de los graduados en química son mujeres— pero pocas continúan haciendo una carrera en ciencias.

Lourdes Cruz

Cruz: ‘Trabajar con otros ayuda a tener nuevas ideas y desarrolla nuevas actitudes’

Micheline Pelletier for L’Oréal Corporate Foundation

"Las mujeres tienen mejores oportunidades acá que en la mayoría de países asiáticos, pero solamente el 30 por ciento de galardonados [receptores de prestigiosos premios] son mujeres", destaca Cruz. "A veces se tiene que escoger entre carrera y familia". Cruz dice que esa es una de las razones por las que eligió permanecer soltera.

Ha pasado la mayor parte de su vida estudiando las toxinas cono del caracol, o conotoxinas, usadas en las ciencias neurológicas. Por su trabajo recibió el Premio L’Oréal-UNESCO La Mujer y la Ciencia 2010 —convirtiéndose en la primera científica de Filipinas y del sudeste de Asia en recibirlo— y fue nombrada Científico Nacional de Filipinas en 2006.

Nacida en una familia de químicos, Cruz ha publicado más de 120 artículos. Sin embargo, aclara que "apenas ha arañado la superficie".

Cruz alienta a los científicos a explorar el trabajo colaborativo. Su trabajo con las conotoxinas, junto con un científico filipino radicado en los Estados Unidos, ha permitido desarrollar un medicamento, actualmente en ensayo clínico, que parece ser más potente que la morfina para el tratamiento del dolor crónico.

"Es muy importante colaborar con otros científicos y grupos, especialmente para países como Filipinas, que carecen de equipos, materiales y financiamiento", precisa Cruz. "Trabajar con otros ayuda a tener nuevas ideas y desarrolla nuevas actitudes que son importantes para el crecimiento personal de los científicos jóvenes", asegura.

Para quienes escogen tener una familia, la colaboración es incluso más importante, agrega. "Unirse a un grupo, a un grupo de apoyo o a una red internacional de colaboración para el trabajo, ayuda a conseguir fondos. El trabajo se ha vuelto más fácil con Internet ya que se puede buscar y comunicarse directamente, algo que no teníamos en los primeros días".

Sawsan A. Oran, 57, decana de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Jordania. Fue la guerra entre Irán e Irak, no la maternidad, la que interrumpió los planes profesionales de esta científica.

Sawsan A. Oran

Oran: hallar el equilibrio entre una carrera científica y la familia ‘toma tiempo y esfuerzo pero no es imposible’

Sawsan A. Oran

Nació en una aldea pobre de la provincia de Tafila, al sur de la ciudad capital, Ammán. Su padre murió cuando ella tenía dos años y su madre analfabeta la animó a ir a la escuela, esperando que algún día llegara a ser exitosa.

Había pocas oportunidades educativas para las mujeres en esa época, y Oran dice que fue afortunada al poder completar su educación secundaria. Su ambición era estudiar ciencias biológicas en la universidad, aún cuando las capacidades de las mujeres eran subestimadas, especialmente en las ciencias.

De alguna manera, Oran convenció a su tío y a su abuelo para que le financiaran sus estudios y le permitieran hacerlos en la Universidad de Bagdad, en Irak, porque su especialidad no estaba disponible en Jordania. Pero tuvo que abandonar sus planes de obtener una maestría cuando estalló la guerra entre Irán e Irak en 1980. Regresó a Jordania, donde se casó con un profesor de botánica, con quien tuvo tres hijos.

Casi diez años más tarde, el sueño de Oran de convertirse en una científica eminente estaba más vivo que nunca. En 1989, con sus hijos a cuestas, se matriculó en la Universidad de Reading, en el Reino Unido, y obtuvo su doctorado en ciencias biológicas. Desde entonces, ha publicado más de 50 artículos y presentado sus investigaciones en más de 80 conferencias alrededor del mundo, y es miembro activo de 14 organizaciones científicas y medioambientales.

En 2009, Oran finalmente alcanzó el sueño que su madre tenía para ella, cuando se convirtió en la primera decana mujer de la facultad de Ciencias de la Universidad de Jordania, a la que pertenece su esposo.

"Actualmente las cosas son diferentes", reconoce. "Las niñas pueden completar todos sus estudios en Jordania, sin la carga añadida de permanecer lejos de sus familias y de su país". Agrega que la sociedad jordana es mucho más abierta a la idea de las mujeres científicas y aprecia el aporte que ellas hacen.

No obstante, Oran aconseja a las estudiantes e investigadoras científicas "romper las limitaciones sociales para alcanzar sus ambiciones científicas y persuadir a sus padres y esposos de la importancia de sus logros científicos y de su impacto en el desarrollo de su país". Dice que hallar un equilibrio entre la carrera científica y la familia "toma tiempo y esfuerzo pero no es imposible".

Tazeen Mohsin, 42, investigadora genética de la Universidad de Karachi, Pakistán. Su familia ha jugado un importante papel en su carrera, especialmente cuando le diagnosticaron cáncer de mama en 2008.

Tazeen Mohsin

Mohsin: ‘Tengo una gran ayuda de mi esposo. Pero no todas tienen la misma suerte’

Suhail Yusuf

Mohsin estaba terminando su doctorado en genética bioquímica de plantas en ese momento y tuvo que hacer a un lado los estudios durante casi un año mientras se sometía a radioterapias, quimioterapias y cirugía.

Ahora, ya superada su enfermedad, obtuvo su doctorado y publicó su tesis. También ha recibido el Premio al Joven Científico, una subvención para una investigación de tres años que le permitirá continuar sus estudios en el mejoramiento de la glutenina, una proteína nutritiva en el pan.

Mohsin reconoce el apoyo brindado por su esposo a lo largo de su carrera y ayudándola a encontrar un balance entre la investigación, la enseñanza y las responsabilidades familiares.

"El apoyo de [un] esposo es muy importante, es como un mundo nuevo que se abre", dice. "Yo tengo una gran ayuda de mi esposo, pero no todas tienen la misma suerte", subraya.

Recuerda a otra investigadora que contrajo matrimonio después de obtener su maestría en filosofía. "Ella intentó hacer su doctorado muchas veces, pero no pudo sustentar su investigación debido a la falta de apoyo de su esposo y sus suegros".

Las científicas enfrentan numerosos obstáculos en la sociedad pakistaní, afirma Mohsin. Tienen menos probabilidades de estudiar ciencias pues hay una falta de inversión en la educación de las niñas. Los padres también invierten menos en la educación superior de sus hijas porque por lo general esperan que permanezcan en el hogar después de casarse.

La pobreza es otro obstáculo. Aunque Mohsin perdió a su padre muy joven, no tuvo problemas financieros porque él era terrateniente y la familia obtenía una significativa cantidad de ingresos por la tierra. Para las mujeres menos afortunadas, las becas y subvenciones son las únicas opciones.

Hace énfasis en que es importante que las mujeres científicas compartan sus experiencias, algo que no se hace actualmente. Sugiere un foro presencial o virtual donde las mujeres puedan compartir sus ideas e intercambiar investigaciones.

Pero Shazia Anjum, 39, investigadora asociada de la Universidad Saskatchewan, Canadá, no siente que las mujeres estén en desventaja en la esfera de su trabajo en Pakistán.

Shazia Anjum

Anjum: ‘[En Pakistán], las mujeres tienen libertad… no me siento discriminada’

Shazia Anjum

"[En Pakistán], las mujeres gozan de libertad. Veo a las mujeres trabajando con los hombres. No me siento discriminada", sostiene Anjum, con más de diez años de experiencia en investigación química, quien fuera profesora asistente en el Instituto de Investigación Química HEJ del Centro Internacional de Ciencias Químicas y Biológicas en Karachi. Admite que eso pudo no ser así hace cinco años, pero cree que la globalización ha precipitado el cambio en Pakistán.

"La gente está más consciente de lo que está sucediendo en otras partes del mundo y se ha dado cuenta que no se puede alcanzar el progreso si más del 50 por ciento de la población está sentada en casa sin hacer nada", comenta.

Anjum, quien ha visitado Malasia y España para mejorar profesionalmente, es autora y coautora de más de 80 investigaciones y tiene una patente en Estados Unidos por el aislamiento de cuatro compuestos antibacterianos y antidiabéticos derivados del arbusto del mirto de hoja perenne de Pakistán. En 2006 fue galardonada con el Premio Presidencial Izaz-i-Kamal, otorgado a muy pocas mujeres.

El papá de Anjum murió cuando ella era muy joven así que su madre decidió ir a la escuela —la primera mujer de su familia en hacerlo— para ganar el dinero que necesitaba para criar a sus dos hijas. "Recuerdo que yo estaba en tercer grado cuando mi mamá presentaba sus exámenes del octavo grado", dice.

Cuando Anjum eligió estudiar química, se convirtió en la primera mujer de su familia en asistir a la universidad. "Fue un reto para mí. Tuve que hablar sin rodeos y convencer a mi madre de que yo estaba comprometida", señala.

Recientemente ha decidido regresar a Pakistán a proseguir una carrera en su país, y espera crear un instituto de investigación en su ciudad natal, Bahawalpur.

Según Anjum, el verdadero reto para la comunidad científica en Pakistán no es la discriminación de género, sino la falta de instalaciones y la disminución del apoyo político y financiero a la investigación. El régimen actual de Pakistán, que fue elegido interinamente en 2008, no apoya a la ciencia, enfatiza. "No invierten fondos en la educación superior. Hay una enorme fuga de cerebros" , sostiene.

Cerrando la brecha

Científicas como Anjum siguen siendo la excepción y no la regla. La mayoría cree que falta mucho por hacer para acabar con los estereotipos y cerrar la brecha de género, especialmente en las posiciones más altas.

Los científicos desempeñan un papel clave para que más investigadoras escalen posiciones superiores, dice Mary Abukutsa-Onyango. "Solo las mujeres que asuman posiciones de liderazgo en la ciencia tendrán un impacto sobre las mujeres que siguen [una carrera en la investigación]". Ella cree que los programas de tutoría —como el plan Mujeres Africanas en la Investigación y el Desarrollo Agrícola, que vincula investigadoras en ciernes con las de alto nivel— pueden ayudar a que ello, finalmente, suceda.

Entrevistas realizadas por Joel D. Adriano, Hanan El-Kiswany, Smriti Mallapaty, Zoraida Portillo, Yojana Sharma y Suhail Yusuf.

Este artículo forma parte del Informe especial Superar las barreras de género en la ciencia.