16/12/11

Diseñadores de política: comprender mejor la ciencia

Los políticos se pueden beneficiar de capacitación en método científico Crédito de la imagen: Flickr/profbury

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Según informe de Uganda, aumenta interés de diseñadores de políticas en la ciencia y tecnología. Pero requieren apoyo para llevarlo a la práctica.

Si existiera un camino fácil entre la evidencia científica y la formulación de políticas, la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (COP 17) realizada la semana pasada en Durban, Sudáfrica, seguramente hubiera reflejado el consenso científico y terminado en un acuerdo global claro sobre los pasos inmediatos para reducir las emisiones de carbono.

Pero, como lo dejaron en claro los quisquillosos debates, el mundo real no funciona de esa manera. Los científicos y los políticos operan bajo diferentes marcos epistemológicos. Esto con frecuencia significa que lo que aparece como un rumbo imperativo de acción para un grupo, es solamente un camino potencial —y no necesariamente deseable— para otro.

En el mundo desarrollado, factores como un interés individual económico o político con frecuencia pueden ser culpables de la brecha entre la evidencia y la formulación de políticas. En el caso del calentamiento global, por ejemplo, la mayoría de quienes continúan desafiando la evidencia científica viven en países (como los Estados Unidos) que son los que más pierden con la reducción de las emisiones de carbono.

En el mundo en desarrollo, en cambio, el fracaso en tomar en cuenta la evidencia científica en las discusiones políticas suele ser resultado de una falta de conocimiento del método científico, o su significado y sus limitaciones.

Los diseñadores de políticas en esos países no solo tienen que estar enterados de conocimientos científicos pertinentes con las decisiones que afrontan, también necesitan conocer el estado, la validez y los límites de tales conocimientos comparados con los de otras fuentes, sean anécdotas de sus colegas o realidades políticas descritas en los medios.

Lecciones de Uganda

Estos temas se ponen de manifiesto en un informe recientemente publicado por el Parlamento de Uganda y la Academia Nacional de Ciencias de ese país en colaboración con la Oficina Parlamentaria de Ciencia y Tecnología del Reino Unido (POST, por sus siglas en inglés), sobre la forma cómo los parlamentarios manejan los temas relacionados con ciencia, tecnología e innovación.

Las entrevistas con miembros del parlamento y su personal, combinadas con un estudio de los debates y resúmenes parlamentarios, pintan un panorama mixto.

En el lado positivo, las entrevistas revelaron un “gran entusiasmo” por la ciencia y tecnología (CyT) entre los parlamentarios. Más del 90 por ciento expresaron interés en dichos tópicos, y dos tercios no solo querían más debates sobre temas científicos sino que estaban interesados en que esos debates estuvieran basados en evidencia.

Tal como lo expresó Obua Denis Hamsom, presidente del comité permanente de CyT del Parlamento de Uganda, durante una reunión del Parlamento del Reino Unido en Londres el mes pasado (8 de noviembre): “todos estamos aprendiendo que la formulación de políticas basada en la evidencia es el camino a seguir en este milenio”.

Trabajo por hacer

Pero si las aspiraciones son impresionantes, los logros no lo son tanto. El informe encontró que los temas relacionados con la ciencia reciben poca atención en los debates parlamentarios, los que a menudo son escasamente atendidos, con pocos parlamentarios que creen que la CyT sea relevante para la vida de sus electores.

El informe también destacó la limitada disponibilidad de información relevante, con personal de la biblioteca del parlamento en dificultades para acceder a información científica sea en el país o en fuentes externas. Y, en algunos casos, los parlamentarios han tenido problemas en distinguir la evidencia científica confiable de la que no lo es.

Igualmente preocupante es el análisis de los debates parlamentarios que, de acuerdo al funcionario de POST que participó en el estudio, reveló declaraciones inexactas que pasaron inadvertidas como que “no hay evidencia de que el DDT cause efectos tóxicos” y que “el 80 por ciento de las ugandesas padecen cáncer cervical”.

Algunos informes parlamentarios estaban bien escritos pero otros eran menos preparados. Carecían de buenas referencias, estaban sujetos a prejuicios personales e ignoraban fuentes esenciales de evidencia producidas por fuentes internacionales autorizadas, como la OMS o el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático.

Cerrando la brecha

Las lecciones del informe son significativas, no solo para Uganda. Hay buenas noticias: los parlamentarios parecen haber tenido en cuenta que la CyT tiene importantes contribuciones que hacer al desarrollo, una conclusión que se refleja en otras partes del mundo en desarrollo.

Pero la brecha que revela entre el entusiasmo por la ciencia y la habilidad para llevarla a la práctica debe provocar una reflexión sobre cómo reducir esta diferencia. Ello requiere no solo conocimiento de la evidencia científica, sino también una conciencia crítica de su poder y sus limitaciones.

Algunas de las limitaciones han quedado claras en Durban durante las pasadas dos semanas. Los cambios radicales que se requieren para alcanzar un mundo sostenible no pueden hacerse tan solo con el razonamiento científico. Este objetivo solo será alcanzado si una ciencia consistente se añade a una agenda política que sepa apreciar su importancia.

Pero eso significa que los parlamentarios y otros diseñadores de políticas necesitan aprender a usarla de manera eficaz, y ello requerirá una mejor comprensión de la naturaleza del conocimiento científico.

Una de las principales recomendaciones del informe de Uganda es que los miembros del parlamento deberían ser capacitados tanto en “alfabetización informacional” como en el método científico. Otra, es que la calidad de la investigación científica usada realmente en la formulación de políticas debería ser evaluada, porque las buenas políticas solo pueden basarse en buena ciencia.

Ambos pueden ser objetivos ambiciosos en un mundo donde el conocimiento científico es visto con demasiada frecuencia como el dominio de los expertos científicos. Pero, tal como indica el informe de Uganda, son esenciales si queremos que se haga realidad la plena contribución de la ciencia al desarrollo sostenible.

David Dickson
Editor, SciDev.Net

Enlace al informe completo y al resumen ejecutivo (en inglés)