18/01/11

Enfrentar corrupción para evitar muertes por terremotos

El terremoto de Haití mató a cientos de miles de personas Crédito de la imagen: Flickr/AIDG

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Los países que enfrentan problemas de corrupción y tienen una historia de terremotos severos deberían tomar medidas para regular sus industrias de la construcción para prevenir muertes innecesarias en estos desastres, argumentan Nicholas Ambraseys y Roger Bilham. 

Durante las tres últimas décadas, 83 por ciento de todos los decesos causados por terremotos han ocurrido en países pobres que son más corruptos de lo que se espera considerando sus niveles de ingreso per capita, señalan. 

Al dejar fuera los efectos de la pobreza y la corrupción, que suelen ir de la mano, su análisis muestra que las prácticas deshonestas en la industria de la construcción —considerado como el sector más corrupto a nivel mundial— socavan los esfuerzos para limitar el número de víctimas en grandes terremotos. 

Los constructores corruptos pueden hacer sobornos que interfieran con las inspecciones y licencias, o sustituir partes caras pero esenciales por materiales de baja calidad que dañen la integridad estructural de un edificio. 

Hace casi un año Haití fue azotada por un terremoto que mató a cientos de miles de personas. Unos meses más tarde un sismo de la misma magnitud en la Isla del Sur, en Nueva Zelanda, no causó muertes.

Ambraseys y Bilham dicen que construcciones descuidadas y códigos de construcción con escaso cumplimiento, y no la geografía, son culpables de convertir un terremoto moderado en un desastre mayor. 

Aunque los edificios se han vuelto más resistentes a los sismos durante la década pasada, los beneficios son dispares, porque muchos países no exigen el uso de diseños constructivos resistentes. 

Pero establecer fondos de ayuda para aumentar la resistencia será poco beneficioso donde la corrupción es generalizada. La responsabilidad recae sobre las autoridades nacionales para asegurar que los edificios sean inspeccionados de forma apropiada, dicen los autores. 

Enlace al artículo completo en Nature

References

Nature doi: 10.1038/469153a (2011)