18/03/14

Salud y cambio climático, un par que debe acercarse

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Crédito de la imagen: Daniela Hirschfeld

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Muchos profesionales de la salud pública aún no son conscientes de cómo la información climática puede ayudar a manejar los impactos del clima en su trabajo. Especialmente en América Latina, que es altamente vulnerable a los múltiples impactos en la salud humana derivados del cambio climático, aumentar la capacidad de la comunidad de salud pública para comprender el papel del clima en sus resultados sanitarios y exigir la información climática adecuada es la clave para prevenir las enfermedades causadas por el clima.

Este es el mensaje principal que surgió del primer día de la Conferencia para América Latina y el Caribe (LAC): “Desarrollo, vinculación y aplicación de conocimientos climáticos”, que se lleva a cabo esta semana en Montevideo, Uruguay (17-21 de marzo) y cuya primera jornada estuvo dedicada a la salud y el cambio climático.

Gilma Mantilla, médica epidemióloga del Centro de Estudios e Investigación en Salud de la Fundación Santa Fe de Bogotá, hizo hincapié, por ejemplo, en que aunque el clima es solo uno de los factores que pudiera estar relacionado con la transmisión de las enfermedades infecciosas —junto a los demográficos, sociales, políticos, económicos, ambientales y tecnológicos—, es uno de los pocos que se mide sistemáticamente a escala local y global a través de metodologías estandarizadas.

Esta característica significa que es ideal como una fuente adicional de información en la vigilancia y prevención de algunas enfermedades sensibles al clima.

Germán Poveda, experto colombiano en el Departamento de Geociencias y Medio Ambiente de la Universidad Nacional de Colombia, en Medellín, habló de cómo los problemas de salud humana causados por el cambio climático se ven exacerbados por la fragilidad y precariedad de los sistemas de salud en América Latina. 

Entre los impactos del cambio climático sobre la salud en la región, Póveda enumeró el aumento de enfermedades vinculadas a las olas de calor, las transmitidas por vectores o por el agua y enfermedades diarreicas, principalmente entre los niños.

También detalló la exacerbación de enfermedades respiratorias alérgicas y enfermedades cardiovasculares debido a la mala calidad del aire y el polvo transportado por el viento, el aumento de la exposición a las toxinas ambientales e incluso enfermedades mentales derivadas del estrés causado por las consecuencias de inundaciones y tornados, por ejemplo.

“Los modelos de predicción del clima deben incluir información para usar en el control de la enfermedad”.

Gilma Mantilla

Según Poveda, varios estudios confirman que estas enfermedades han aumentado su morbilidad, mortalidad, consecuencias crónicas y discapacidades debido al cambio en la variabilidad climático.

Sobre esta base, Mantilla abogó para que los modelos de predicción del clima incluyan información para usar en el control de la enfermedad, siempre que sea posible.

La especialista dijo también que se necesita una planificación basada más en la variabilidad del clima que en el cambio climático, pues las enfermedades —especialmente las infecciosas— se desarrollan en un período corto de unos 15 días, mientras que los modelos de cambio climático son cuestiones más a largo plazo.

Los profesionales de la salud deben entender cómo la información climática puede ser usada para mejorar el análisis de enfermedades, opinó Mantilla, quien lamentó que en la conferencia en Uruguay, el día en que las conversaciones se centraron en la salud y el cambio climático, solo pudo identificar cuatro o cinco de estos especialistas entre los asistentes.