12/06/12

Guía sobre ciencia y tecnología para Río+20

El objetivo clave de los científicos en Río+20 es transmitir la urgencia de actuar para proteger el sistema terrestre Crédito de la imagen: UNCSD

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¿Cómo les irá a la ciencia y a la tecnología en Río+20? Aisling Irwin analiza las demandas de los científicos y evalúa sus posibilidades.

¿Es esta la última oportunidad para los científicos de salvar el planeta?

La Conferencia de Naciones Unidas para el Desarrollo Sostenible (Río+20) ingresa en la fase final de negociaciones la próxima semana, en una cumbre en la que participarán más de 130 jefes de Estado.

Está en juego si los países pueden superar sus diferencias para acordar un nuevo plan para el desarrollo sostenible en un momento de elevados índices de población, degradación ambiental y pobreza sostenida, además de persistentes crisis económicas.

Este artículo es parte de nuestra cobertura de los preparativos para Río+20, la Conferencia sobre Desarrollo Sostenible de la ONU (20 a 22 de junio 2012). Para otros artículos, ingrese a Ciencia en Río+20

Las comunidades científicas y tecnológicas han estado presionando para lograr que sus preocupaciones se escuchen en Río+20 y se expresen en el documento final que surgirá de la reunión.

Algunos grupos simplemente quieren que los gobiernos respalden colectivamente los argumentos dominantes en sus campos sobre cómo deberían controlarse y administrarse recursos naturales como las montañas, o actividades humanas como la agricultura. Otros quieren que los gobiernos firmen resultados concretos.

Entonces, ¿qué es lo que persiguen y cuán probable es que lo consigan?

Proclamar la crisis ambiental

Al tope de la lista de muchos grupos de científicos que hacen más ruido se encuentra la idea de que las naciones deberían aprovechar la oportunidad para expresar una alarma colectiva sobre el estado de los recursos del planeta.  Este es un tema candente para el Grupo Principal de Comunidades de Ciencia y Tecnología (una de las nueve comunidades que han tenido acceso oficial al proceso de negociación), que quiere que las naciones admitan que no se puede continuar por los actuales caminos ambientales.

Para ilustrar el ánimo de muchos científicos, el Grupo Principal de CyT dijo el año pasado en una declaración que el mundo ha “alcanzado un punto en la historia en el que un prerrequisito para el desarrollo —el funcionamiento permanente del sistema terrestre como lo conocemos— está en riesgo”.

El Grupo Principal de CyT también ha tratado de que el concepto de “límites planetarios” sea reconocido en el documento final.
 
Las fronteras planetarias son un intento reciente de describir las presiones sobre los recursos de la Tierra de un modo llamativo pero científico. El concepto, desarrollado por científicos del Instituto Ambiental de Estocolmo, Suecia, detalla los límites cuantitativos a los recursos de la Tierra, cuya transgresión podría causar un cambio irrevocable. En un artículo publicado por primera vez en la revista Nature en 2009, los científicos incluyeron límites al uso del agua dulce o la interrupción del ciclo del fósforo, al agotamiento del ozono y a la acidificación del océano.
 
La idea fue en un momento incluida en el texto de Río+20, pero desde entonces ha sido descartada, en parte debido a las preocupaciones de algunos países pobres de que su adopción podría conducir a la marginación de la reducción de la pobreza y del desarrollo económico.

La idea de fronteras planetarias encapsula clara y cuantitativamente los problemas de la Tierra

Flickr/eutrophication&hypoxia

La propuesta también habría sido descartada, dicen observadores, porque es simplemente muy nueva para ser oficialmente adoptada, y necesita ser discutida, tratada y masticada para probar su solidez antes de tener la oportunidad de ser internacionalmente aceptada en las negociaciones de la ONU.

Pero en la más reciente versión del documento final eso deja pocos indicios para que alguien ajeno al tema pueda entender el nivel de preocupación en la comunidad científica. Es necesario leer más allá de la página 50 para descubrir la “profunda alarma” sobre cualquier cosa (el aumento continuo de las emisiones de gases de efecto invernadero).

Aceptar la interconexión de los recursos

Algunos científicos han estado trabajando con economistas y otros analistas para desarrollar la idea de que no podemos explotar algunos de los recursos de la Tierra sin imponer automáticamente un costo sobre otros.

Ellos argumentan que no reconocer, por ejemplo, que el aumento de biocombustibles para generar energía afecta la disponibilidad de agua y tierra para alimentos puede conducir a la falla de programas de desarrollo bien intencionados.

El informe “La gente y el planeta” de la Real Sociedad del Reino Unido, publicado en abril de este año, hace referencia al nexo entre los alimentos, el agua y la energía, mientras el Informe Europeo sobre Desarrollo 2011-12 destaca un vínculo similar entre agua, energía y suelo.

Estas conexiones parecen ser obvias, pero la gente y las organizaciones tienden a enfrentar los problemas como el suministro de más energía o la producción de más alimentos en forma aislada unos de otros.

Los autores de estos informes quieren que la nueva reflexión conjunta se vea reflejada en el acuerdo de Río+20. Actualmente, la expresión más cercana de esto se encuentra, de nuevo, bien al final del texto, en una sección que hace referencia al clima, y en la que dice que existe la “necesidad de entender mejor y afrontar temas transversales e interconectados, incluyendo entre ellos al agua, la energía, los alimentos, la salud, los ecosistemas y el cambio climático”.

“En ese sentido”, continúa el borrador, “damos la bienvenida a iniciativas y asociaciones que buscan lograr sinergias y minimizar conflictos entre objetivos políticos”.

No obstante, la idea más amplia que plantea que los desafíos de alcanzar el desarrollo sostenible requieren enfoques integrados sí se refleja en el documento.

Reconocer la importancia de la CyT

Los científicos también demandan una garantía de que los gobiernos entiendan que la CyT son cruciales para resolver los problemas actuales.

Después de todo, destaca Alice Abreu, del Consejo Internacional de Ciencia, la ciencia fue mencionada en cada capítulo de la Agenda 21, el plan para el desarrollo sostenible que surgió de la primera conferencia de Río, en 1992.

Hay referencias escritas bastante al inicio del documento actual, aunque permanecen –como la mayoría de los párrafos– más vulnerables a la revisión, que reconocen “la importante contribución de la comunidad científica y tecnológica al desarrollo sostenible”.

La tecnología surge como resultado de que los ingenieros apliquen el conocimiento desarrollado por la ciencia, dice Jorge Spitalnik de la WFEO

Flickr/Engineering at Cambridge

El documento entonces continúa: “Estamos comprometidos a trabajar más de cerca con la academia y la comunidad científica y tecnológica en todos los países, en particular en los países en desarrollo, para reforzar la interfaz política de la ciencia, así como también para fomentar el intercambio de conocimientos e información, y la colaboración internacional en investigación”.
 
Pero la Federación Mundial de Organizaciones de Ingenieros se queja: ¿Dónde está el compromiso de trabajar con los ingenieros, que son quienes transforman la CyT en soluciones útiles?

La ciencia en la economía verde

En el corazón de las conversaciones de Río+20 hay dos temas: la economía verde y el marco institucional para el desarrollo sostenible. Una economía verde es, según el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), la que “resulta en la mejora del bienestar humano y la equidad social, mientras reduce significativamente los riesgos ambientales y la escasez ecológica”.

Pero el concepto es considerado en algunos lugares como una licencia para que el sector privado tome el control de los recursos naturales y los convierta en productos comercializables.

Los científicos han estado trabajando con economistas durante algunos años buscando poner precio a los recursos naturales —o, dicho de otro modo, fijando un precio a su destrucción— con la esperanza de que la apreciación de esos valores lleve a usarlos más sabiamente.

El estudio La Economía de los Ecosistemas y la Biodiversidad (TEEB, por su sigla en inglés), financiado por el PNUMA, ha presupuestado recursos como los servicios de polinización de las abejas y los servicios de defensa costera de los manglares.

En los últimos años, tanto los gobiernos como las comunidades individuales han comenzado a usar esos cálculos para informar la toma de decisiones. Ejemplos de ello incluyen la búsqueda de una manera para que las comunidades rurales cobren por la protección del hábitat donde viven, en vez de destruirlo para obtener ingresos.

Ahora, el Banco Mundial está presionando por este enfoque a través del programa de Servicios de Contabilidad de la Riqueza y Valoración de los Ecosistemas (WAVES, por su sigla en inglés) y espera persuadir a 50 compañías y 50 países para que firmen en Río+20.

Existe una presión en la reunión de Río+20 para aprobar enfoques similares que vayan más allá del PIB, que simplemente mide la actividad económica, tanto sea ésta ambiental y socialmente destructiva o no.

Nuevos índices de desarrollo han sido creados por científicos y expertos sociales en los últimos años y serán presentados en Río+20. Un ejemplo es el Índice Inclusivo de la Riqueza (IWI, por su sigla en inglés), encabezado por el Programa Internacional de Dimensiones Humanas (IHDP, por su sigla en inglés) de la Universidad de las Naciones Unidas, que mide a las naciones desde tres aspectos: natural, humano y capital producido.

Entonces, ¿el concepto de ‘PIB+’ moverá a las naciones en Río+20? El borrador del documento final actualmente reconoce la importancia de esos esfuerzos y hay signos de que los países podrán comenzar a desarrollarlos y probarlos.

Ciencia y Objetivos de Desarrollo Sostenible

Como un modo de dirigir el desarrollo por un camino más limpio, la reunión Río+20 probablemente acuerde establecer una estructura para determinar los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), los que podrían transformarse en los sucesores de los Objetivos de Desarrollo del Milenio.

La idea fue respaldada por muchas personas en las comunidades científicas y sociales que creen que los ODS podrían ser modos ‘inteligentes’ de abordar los tres pilares del desarrollo sostenible —economía, sociedad y ambiente— como un todo.  

Mujer lavando ropa en un río

Los Objetivos de Desarrollo Sostenible podrían tener componentes económicos, ambientales y sociales

Flickr/ One Drop Foundation

Sin embargo, existe bastante debate en torno a la conveniencia de esos objetivos y sobre cómo deberían concebirse.

Pero desde un punto de vista técnico, los datos están listos, dicen los promotores de la idea; los científicos han hecho su trabajo y están listos para partir. Y esos científicos también buscarán promover el acceso al comité que impulsará los ODS.

La ciencia en el marco institucional

Junto a la economía verde, volver a dibujar el ‘marco institucional’ para que sea más adecuado para el propósito de impulsar el desarrollo sostenible es el segundo tema en la reunión de Río+20.

Los científicos han sido parte de ese debate. A principios de este año, un grupo de eminentes científicos publicaron un artículo en Science argumentando que una gran reforma institucional es el único camino para salir de la crisis ambiental.

Los 30 investigadores examinaron la gobernanza del ambiente y del desarrollo sostenible y hallaron que son deficientes.
 
Calificándola de “ineficaz en gran medida y políticamente paralizada”, hicieron un llamado para que la Comisión de Desarrollo Sostenible de la ONU, que se formó para asegurar que la reunión original de Río en 1992, fuera seguida efectivamente, y se sustituyera por un consejo de alto nivel que respondiera a la Asamblea General de la ONU.

Un Consejo de Desarrollo Sostenible tendría poderes nuevos y fuertes que le permitirían hacer frente con más eficacia al clima, la seguridad alimentaria, el agua, los desastres naturales y la energía, y los vínculos entre ellos.

Una propuesta para este consejo está en el actual borrador del documento final, un premio concreto que podría surgir de Río+20. Uno de sus objetivos, en el texto actual, sería fortalecer la interfaz de política científica.

Otra sacudida polémica a la gobernanza internacional podría llegar en la forma de un fortalecimiento del PNUMA, que actualmente carece de poder suficiente para llevar adelante la agenda ambiental internacional, como por ejemplo ayudar a establecer y hacer cumplir las regulaciones internacionales.

Mientras algunos quieren ver que el programa sea elevado al estatus total de agencia, es más probable que se acuerde un compromiso en el cual el consejo de gobierno del PNUMA obtenga la membresía universal de todos los estados miembros, entre otras posibles medidas.
 
Este es un tema polémico que separó el grupo G-77 de países en desarrollo más China, poniendo un poco de drama a la última ronda de negociaciones para Río+20, en abril.

La interfaz de la política científica

El más reciente texto de Río+20 argumenta que el PNUMA fortalecería, en su nuevo rol, la interfaz de la política científica, diseminando información ambiental y construyendo capacidades para que los países puedan acceder a tecnologías relevantes.

Logo Planeta bajo Presión

El secretario general Ban Ki-Moon dijo en la reunión El Planeta bajo Presión que estaba haciendo recomendaciones a un asesor científico

Planet Under Pressure

La búsqueda permanente de los científicos para fortalecer su acceso a los responsables políticos se ha agudizado por los fracasos ambientales de los últimos 20 años y es fundamental para los resultados que el Grupo Principal de CyT desea de Río+20. Hay siete menciones sobre la importancia de la interfaz ciencia-política en una versión reciente del texto. Pero un panel de alto nivel, como se describió anteriormente, podría ser una manera para lograr realmente el progreso, como lo haría un PNUMA fortalecido.

Un asesor científico jefe del secretario general de la ONU, o un panel asesor científico de alto nivel, también podría ayudar. Ban Ki-Moon, secretario general de la ONU, anunció en la reunión El Planeta Bajo Presión, realizada en Londres a principios de año (del 26 al 29 de marzo), que está “llevando adelante” una recomendación de su Panel de alto nivel en Sostenibilidad Global para nombrar a uno de ellos.

Otro camino para el asesoramiento científico, también impulsado en el actual documento final, sería que los científicos produjeran informes regulares sobre el “estado de planeta”.

Fundando una nueva ciencia

Un cambio radical está conquistando a algunos sectores de la comunidad científica, porque primero la investigación agrícola y ahora la investigación del cambio global, se reinventaron como multidisciplinarios, orientados hacia los problemas y los campos de colaboración mundial.

Hay un creciente coro de científicos del cambio global, argumentando que los problemas que van desde la destrucción del ambiente a la inseguridad alimentaria y la falta de acceso al agua potable son sistémicos y, por lo tanto, solo pueden ser resueltos sistemáticamente por los científicos que salen de sus madrigueras disciplinarias y trabajan juntos y con otras partes interesadas.

De hecho, ya están haciendo esto y presentarán Future Earth —una de esas colaboraciones— durante Río+20.

El Grupo Principal de CyT quiere este reconocimiento a través de un compromiso de las naciones en Río+20 de invertir más en programas internacionales de investigación. Hay pocas señales de tal compromiso, aun cuando el Foro de Belmont, un grupo significativo de financiadores de investigación, anunció en marzo cambios en la política de financiación que apoya esta filosofía.

Evaluación tecnológica

Hasta ahora, a los geoingenieros se los menciona poco en el documento de Río

Flickr/Steve H

La nanotecnología, la biología sintética y la geoingeniería son solo tres de las nuevas tecnologías que prometen solucionar algunos de nuestros mayores problemas sociales y ambientales, pero que enfrentan el riesgo de causar daños en el proceso.

Algunos científicos y grupos de activistas han estado discutiendo por las medidas acordadas a nivel internacional que le dan a los países, particularmente a los en desarrollo, acceso a evaluaciones independientes y exhaustivas de las nuevas tecnologías antes de su implementación, de modo que puedan tomar decisiones informadas sobre su adopción.

La mejor regulación para las nuevas tecnologías podría también llevar al sector privado hacia un camino más limpio, argumenta el grupo de 30 científicos antes mencionado.

Pero el texto hasta ahora no cumple con esas demandas, simplemente destacando la importancia del “fortalecimiento de las capacidades internacionales, regionales y nacionales en la evaluación de tecnologías y, cuando sea necesario, los regímenes regulatorios”.

Y la geoingeniería —el intento de detener el calentamiento global a través de actos de ingeniería radical— apenas está mencionada, aparte de un compromiso de no realizar la fertilización de los océanos (la adición de hierro a los océanos para causar que el plancton florezca y almacene carbono) hasta que el procedimiento tenga una “adecuada base científica”, y que sólo se permita “investigación científica legítima” sobre el tema.

Transferencia de tecnología

Muchas naciones frustradas pidieron en sus presentaciones en Río+20 por un mecanismo que traduzca el deseo de transformar tecnologías útiles para países en desarrollo en acciones concretas. De hecho, la necesidad de tecnologías más limpias y baratas es vista por muchos como el principal obstáculo para reducir las emisiones de carbono. Algunos han pedido un mecanismo que podría estar inspirado en los reciente esfuerzos de la Convención Marco sobre Cambio Climático (UNFCCC, por su sigla en inglés), de la ONU.

El Centro Internacional para el Comercio y el Desarrollo Sostenible (ICTSD, por su sigla en inglés), que ha estado monitoreando las presentaciones para Río+20 sobre transferencia tecnológica, propuso crear una Asociación Mundial de Innovación y Tecnología Limpia para estimular los esfuerzos, el know-how y los recursos para acelerar la difusión de tecnologías limpias a escala mundial.

El acuerdo de Río+20 actualmente resuelve solicitar al sistema de la ONU que informe las opciones para un mecanismo apropiado que ayude a difundir las tecnologías limpias en los países en desarrollo, y destaca el mecanismo de tecnología de la UNFCCC “y en particular la implementación en curso del nuevo Centro y Red mundial de Tecnología del Clima” como algo “muy relevante” en ese sentido.
 
El texto actual también establece mejorar la investigación colaborativa internacional para hacer frente a desafíos globales creando soluciones que sean accesibles para países en desarrollo, y particularmente, para los menos desarrollados. Estas incluyen tecnologías ecológicamente racionales y el establecimiento y trabajo en red de centros para la transferencia de tecnología.
 
Recursos naturales y ecosistemas

Montañas, bosques, desiertos y océanos tienen sus propias comunidades de investigación reclamando atención en Río+20. Pero el Grupo Principal de CyT ha evitado poner demasiado énfasis en esas causas, creyendo que su poder limitado podría ser usado para crear mejor acceso político a la ciencia en general.

Océanos

En los últimos 20 años, los científicos han revelado mucho acerca de la diversidad de las profundidades del océano, sus recursos genéticos y el modo en que influyen en lo que sucede cerca de la costa. También ha habido una nueva corriente de investigación sobre la acidificación del océano y su potencial efecto sobre los recursos alimenticios marinos.

Los defensores de los océanos han aprovechado esta investigación para argumentar que Río+20 debería impulsar un acuerdo de gestión de alta mar y también un sistema de monitoreo global de la acidificación.
 
Energía

Es probable que el texto final contenga amplio reconocimiento, y apoyo, a las tecnologías más limpias de eficiencia energética; a la eficiencia energética en sí misma; y la promoción de investigación y desarrollo en tecnologías energéticas en países en desarrollo.

Algunos defensores quieren un compromiso explícito de la Iniciativa Energía Sustentable para Todos de Ban Ki Moon (SE4All) porque creen que esto ayudaría a conducir a la innovación y, más importante, a la puesta en marcha de tecnologías como cocinas eficientes y energía solar. Actualmente la iniciativa está en el texto pero no hay compromisos.

Bosques

Los investigadores de los bosques hicieron extensas consultas a Río+20 a través de su organización paraguas, la Unión Internacional de Organizaciones de Investigación de los Bosques (IUFRO, por su sigla en inglés). Ellos quieren que Río+20 reconozca la “importancia crítica” de los bosques y están pidiendo “nuevos acuerdos institucionales… para fortalecer las políticas de aprendizaje y la resolución de problemas entre las diversas partes interesadas (los políticos, los profesionales, los científicos, las comunidades locales y los pueblos indígenas, y la sociedad civil)”.

Biodiversidad

Bosque prístino en India

Los investigadores forestales quieren que Río+20 reconozca la “importancia crítica” de los bosques

Flickr/wildxplorer

Después de años en proceso, la Plataforma Intergubernamental de política científica sobre Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos (IPBES, por su sigla en inglés) fue presentada finalmente en abril. El texto actual de Río+20 acoge esto y hace un “llamado temprano de inicio de su trabajo”, que consiste en proporcionar a los legisladores las evaluaciones científicas sobre una amplia gama de temas de sostenibilidad, de manera similar a la forma en que la política sobre el cambio climático ha sido guiada por el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático.

Alimentos

El fuerte tema de la seguridad alimentaria preocupa a casi todas las comunidades, pero los científicos agrícolas dicen que lucharon incluso para lograr una mención en la sección relevante del documento de Río+20. Un plan de siete puntos para Río+20 fue publicado el mes pasado (23 de marzo) por el Grupo Consultivo para la Investigación Agrícola Internacional (CGIAR, por su sigla en inglés).

Los líderes de los investigadores agrícolas como Bruce Campbell, director del programa de cambio climático de CGIAR, asegura que solo se logrará alimentar a los pobres de manera sostenible cuando el foco se amplíe para incluir las etapas en la cadena de distribución: almacenamiento, consumo, nutrición y desecho así como los componentes ambientales como suelo, salud, agua, biodiversidad y gases de efecto invernadero.

El CGIAR está convocando a que esta visión integrada de la agricultura sea reconocida en el documento de Río+20. También quiere que los gobiernos financien más investigación.

El resultado…

Si los científicos, los ingenieros y los técnicos logran lo que quieren en el documento de Río+20 o no, esa no es su única línea de ataque. Muchos grupos organizan encuentros en Río+20, esperando tomar ventaja de la presencia de delegaciones gubernamentales para asegurar los compromisos regionales, nacionales y locales.

Y esta semana, durante el desarrollo de Río+20, las comunidades científicas, sociales y de ingeniería se encontrarán con representantes de los gobiernos para discutir cómo pueden insertarse en la agenda posterior a Río+20.

Si estas comunidades tienen éxito en hacer llegar el mensaje —tanto dentro como fuera del proceso oficial de Río+20— y si eso aumenta el potencial de la ciencia y la tecnología para lograr el desarrollo sostenible, aún está por verse.
 
Enlace al documento Navegando el Antropoceno: Mejorando los Sistemas de Gobierno de la Tierra

Este artículo es parte de nuestra cobertura sobre Ciencia en Río+20
 

 

References

Science doi: 10.1126/science.1217255 (2012)