08/11/06

Un mensaje optimista sobre el cambio climático

Rich ecosystems like Lake Titicaca in Peru are threatened by climate change Crédito de la imagen: Claude Dejoux, IRD

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Un informe sobre los aspectos económicos del cambio climático lanzado la semana pasada, no es sólo otra advertencia de una catástrofe inminente, sino también un mensaje esperanzador para los países desarrollados y en desarrollo.


El informe que la semana pasada lanzó uno de los más destacados economistas británicos, Sir Nicholas Stern, traza un horrendo panorama de lo que puede suceder si no se toman pronto drásticas acciones para reducir la acumulación de gases invernadero en la atmósfera.


Pero el mensaje económico subyacente es más optimista. Evitar el cambio climático, argumenta Stern, no significa detener el crecimiento económico, sino sólo contenerlo dentro de límites razonables, y asegurar que siga una senda responsable.


De acuerdo con las estimaciones de Stern, por ejemplo, una inversión de sólo el uno por ciento del Producto Nacional Bruto (PNB) del mundo sería suficiente para detener las emisiones de dióxido de carbono a entre 500 y 550 partes por millón al año. Esto a su vez, dice el economista, podría limitar el aumento de la temperatura promedio global a entre dos y tres grados centígrados, un aumento significativo, pero no necesariamente catastrófico.   


Una valiosa inversión


El mensaje es oportuno, considerando que los países que firmaron el Convenio Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático –particularmente aquellos que han ratificado el Protocolo de Kioto, pidiendo una reducción significativa de las emisiones de carbono hacia el período 2008-2012- están reunidos en Nairobi, Kenia, en la última ronda de negociaciones para determinar cómo pondrán en práctica sus compromisos.


Una de las principales tareas que ellos enfrentan consiste en forjar un consenso internacional sobre cómo se procederá una vez que el Protocolo de Kioto expire en 2012, y cómo llevar a los países en desarrollo más grandes, como Brasil, China e India, a un régimen ‘post-Kioto’.


Dos argumentos se emplean generalmente para excusar a estos países de no hacer más de lo que hacen, ambos basados en conceptos de equidad internacional. El primero es que éstos no debieran ser penalizados, pues comenzaron tarde su proceso de industrialización. El segundo es que sería injusto pedir a cualquier país hacer sacrificios económicos cuando el mayor emisor mundial, Estados Unidos, rechaza hacerlo.  


Pero el informe de Stern proporciona un útil antídoto a aquellos que argumentan que no se debiera esperar a que los países en desarrollo contribuyan de manera significativa a los esfuerzos por reducir el cambio climático. Tal como ocurre con la educación o la investigación básica, el actual gasto para reducir las emisiones de carbono debiera ser visto como una inversión en futuros beneficios, no como una pérdida en operatividad.


El tiempo es oro


Es más, el costo de demorarse probablemente sea alto y aumente rápidamente, lo que conduciría a pérdidas anuales de 20 por ciento del PNB global. Como plantea Stern: “los beneficios de una acción fuerte y temprana exceden de lejos los costos económicos de no actuar”.


Tal conclusión justifica una amplia variedad de respuestas políticas. Una de ellas es que se necesita de manera urgente ayuda internacional para contribuir a financiar tecnologías y estrategias de reducción de carbono en los países en desarrollo. Esto incluye reducir la deforestación, así como evaluar si los proyectos financiados a través del esquema de intercambio de emisiones son suficientemente eficientes. 


La segunda es que debiera haber un masivo aumento del gasto en investigación sobre energías renovables. El peor culpable aquí es Estados Unidos, que ha destinado a investigación en energía prácticamente el mismo presupuesto que en la década pasada. Pero otros países no están mucho mejor.  


La tercera conclusión que se desprende del análisis de Stern es que los países en desarrollo se preparen para obtener un beneficio sustancial al construir su propia capacidad tecnológica para limitar las emisiones de carbono.


Esto requiere no sólo movilizar recursos nacionales, sino también convencer a la ciudadanía de la urgencia de tales inversiones, una tarea en la cual los medios de comunicación nacionales tienen un importante papel por desempeñar.


Confiar en el mundo desarrollado para que proporcione los medios técnicos, financieros y de otra naturaleza para reducir las emisiones no es una solución de largo plazo.


El arte de lo posible


Muchos escépticos del cambio climático, que tienden a ver cualquier intento de controlar el crecimiento sólo en términos de su impacto negativo sobre la economía (así como también, dicen ellos, una limitación a las libertades económicas), ya han descartado las advertencias de Stern como otro conjunto de predicciones alarmistas.


Otros críticos han advertido que Stern no va suficientemente lejos. Sugieren, con cierta plausibilidad, que medidas meramente económicas –tales como fortalecer los permisos de intercambio de emisiones- podrían fracasar en alcanzar los objetivos de estabilización de Stern. Y que incluso este objetivo podría ser insuficiente para prevenir grandes catástrofes relacionadas con el clima, como la creciente sequía en el África subsahariana.  


Desde una perspectiva política, sin embargo, el principal desafío actual no es plantear una respuesta de lógica irrefutable ante el cambio climático, sino una estrategia que tenga posibilidades de éxito en el mundo real. Esto significa persuadir a países tales como China e India de que está en sus propios intereses el comprometerse con los esfuerzos globales para reducir las emisiones de carbono.   


El informe de Stern busca hacer esto. Su mensaje fundamental es que abordar de manera efectiva el cambio climático requiere de una acción global. Pero es una acción de la que todos finalmente se beneficiarán y en la cual todos –tanto en países desarrollados como en desarrollo- debieran por lo tanto participar. 


David Dickson
Director, SciDev.Net