13/03/16

Radar latinoamericano: más científicas sí, pero con igualdad de derechos

mujer en laboratorio fiocruz
Crédito de la imagen: Fundación Oswaldo Cruz

De un vistazo

  • Las mujeres constituyen sólo el 28 por ciento de los investigadores de todo el mundo
  • Presencia femenina disminuye en niveles más altos de formación y en puestos de investigación
  • La ciencia se beneficiaría de una mayor y mejor integración femenina en producción del conocimiento

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El 8 de marzo se celebra, desde hace más de 100 años, el Día Internacional de la Mujer, una manera de conmemorar la lucha por los derechos de las mujeres y que genera polémica en la actualidad. Desde este año, además, la ONU instituyó el 11 de febrero como Día Internacional de las Mujeres y Niñas en la Ciencia, con el fin de promover la igualdad de género en las esferas de la producción y el conocimiento.
 
Para quienes se preguntan si todavía hay razón para acciones como estas, vale la pena echar un vistazo al reciente informe elaborado por las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Educación (UNESCO) [1] sobre la importancia de la ciencia en el contexto de la agenda 2030 de Desarrollo Sostenible.
 
El documento contiene datos preocupantes sobre la participación femenina en el mundo científico. El primero es que las mujeres constituyen sólo el 28 por ciento de los investigadores del mundo. A pesar de estar bien representadas en el pregrado, la situación cambia a medida que aumenta el nivel de educación, hasta llegar a la disparidad en el nivel de investigación.
 
En ese nivel la situación empeora. Además de que el desfase se acentúa en ciertas áreas, como física, matemáticas e informática, los puestos más altos y de liderazgo tienden a ser ocupados por hombres, que por lo general también están presentes en mayor número en las comisiones responsables de la asignación de recursos, comités evaluadores, plenarias de congresos científicos y academias de ciencias.
 
Y no faltará quien pregunte ¿pero eso no sucede en todo el mundo?
 

Las contradicciones en América Latina

 
No, no es así. El informe de la UNESCO llama la atención sobre la gran variación de datos entre países y regiones. En cuanto a la proporción de mujeres en carreras científicas, por ejemplo, América Latina y el Caribe están en una posición destacada. En nuestra región, las mujeres representan el 44 por ciento de todos los investigadores, muy por encima del 28 por ciento a nivel mundial y, sorprendentemente, por encima del 33 por ciento de la Unión Europea.
 
Incluso en algunos países latinoamericanos el número de científicas sobrepasa al de los hombres. Es el caso de Bolivia (63%), Venezuela (56%), Argentina (53%) y Paraguay (52%). Por tanto, las desigualdades enfrentadas en el ámbito de la investigación por las mujeres de estos países deben ser menores ¿cierto? Pues no.

“Estamos lejos aún de un medio científico libre de desigualdades de género, donde la participación femenina se dé en forma plena y equitativa”.

Carla Almeida

A pesar de la importante participación femenina en la ciencia de América Latina, las disparidades persisten en muchos niveles y dimensiones. La distribución de los investigadores por área sigue los mismos patrones globales de desigualdad, así como la tendencia de disminución de la presencia femenina en los niveles más altos de formación y de los mejores y más prestigiosos puestos de investigación. Para tener una idea, la academia de ciencia con más mujeres entre sus miembros es Perú, con 20 por ciento. En Bolivia, es de 9 por ciento. [2]
 
Persisten, asimismo, actitudes y prácticas institucionales que hacen caso omiso de las opciones personales de algunas mujeres —por ejemplo, la maternidad— y, peor aún, desvalorizan sus capacidades intelectuales y cognitivas, ofreciéndoles salarios más bajos, menos promociones y menos fondos para llevar a cabo sus proyectos. Y esto es quizás uno de los aspectos más nocivos de este marco, ya que promueve el estancamiento e incluso sienta las bases para la consolidación de estas desigualdades.
 
Otro factor que refleja y refuerza las desigualdades es la forma en que las científicas son presentadas —cuando se las presenta— en los medios. Aunque hay pocos estudios en esta área en América Latina, investigaciones recientes [3] muestran un predominio de científicos, blancos y de mediana edad, que son buscados para corroborar estudios europeos y norteamericanos y que se refuerzan la visión estereotipada del científico difundida en muchas sociedades occidentales.
 
Pero además de las apariencias, a hombres y mujeres científicas se les asocian valores y características diferentes. Vemos la presencia frecuente de estos estereotipos también en películas, dibujos animados, libros y otros eventos artísticos y culturales.
 
Si bien la cuestión de la maternidad y la vida familiar sin duda son importantes y merecen ser discutidas y tratadas, está lejos de ser el tema principal de la desigualdad de género. En muchos casos, lo que se ve es discriminación pura, aunque escondida, por parte de los hombres y también de las mujeres.
 

Acciones más decisivas y eficaces

 
Los datos presentados por la UNESCO, muestran por lo tanto que a pesar de los avances y conquistas importantes sobre la participación de las mujeres en la ciencia, todavía estamos lejos de un medio científico libre de desigualdades de género, donde dicha participación se dé en forma plena y equitativa.
 
En diversos ámbitos se están promoviendo iniciativas de todo tipo, especialmente en la última década, con el fin de alcanzar mayores niveles de igualdad. Entonces, ¿qué falta? Esta no es una pregunta fácil de responder, pero podemos reflexionar un poco basándonos en los datos de los que disponemos.
 
Un punto importante es el carácter fuertemente cultural de la desigualdad. La discriminación de género, pese a que a muchos les pueda parecer algo anticuada y obsoleta, está todavía muy presente y persiste en muchas sociedades, por muy grandes que sean sus diferencias geopolíticas.
 
Como hemos visto, se manifiesta de diferentes formas, en diferentes niveles de la investigación y de la carrera científica, con impactos sociales negativos evidentes, pero que también dañan a la ciencia en sí misma, que se beneficiaría de una mayor y mejor integración de las mujeres en la producción del conocimiento.
 
Por lo tanto, invertir en el cambio cultural es importante, a pesar de ser desafiante, complejo y con una perspectiva de largo plazo. Necesitamos crear estrategias de sensibilización, educación y difusión de la ciencia, como el nuevo Día Internacional de las Mujeres y Niñas en la Ciencia promulgado por la ONU. Estas estrategias, sin embargo, deben estar acompañadas por evaluaciones e investigaciones frecuentes y consistentes, capaces de analizar la pertinencia y el éxito (o fracaso) de estos esfuerzos.
 
Paralelamente a tales esfuerzos, es necesario adoptar medidas objetivas, eficaces y de corto y mediano plazo, que abarquen el ambiente institucional de la investigación, la legislación, las políticas públicas de género y acciones concretas, tanto voluntarias como obligatorias. Al respecto, la Unión Europea, con sólo 33 por ciento de investigadoras, está muy por delante de América Latina.El recojo sistemático de datos sobre las desigualdades de género en la ciencia —y fuera de ella— en los niveles nacional y mundial, también es de suma importancia para evaluar patrones, tendencias y cambios que ocurran en el tiempo. Pero lo fundamental es que estos datos sirvan como base para el desarrollo de las estrategias mencionadas.
 
Sólo así, con un conjunto sólido de estrategias y medidas, elaboradas con datos científicos consistentes, nos encaminaremos verdaderamente a la construcción de una ciencia más justa, con igualdad de trato y de oportunidades para todos los investigadores y, en consecuencia, con mayor calidad y mejores respuestas para la sociedad.

Carla Almeida es periodista brasileña especializada en ciencia e investigadora en las áreas de divulgación científica y comprensión pública de la ciencia. Colabora con SciDev.Net desde 2005